Traición a tiros
La operación de la Guardia Civil ha sacado a la luz una cadena de asaltos que por su propia naturaleza -el robo de droga- se movía entre sombras. La banda, en sus maniobras de aproximación, utilizaba un intermediario que fingía estar interesado en la compra de cocaína o hachís. Una vez ganada la confianza de los vendedores concertaba una cita nocturna en algún lugar apartado. En las inmediaciones de este punto o en sus vías de acceso aguardaban los integrantes de la banda -habitualmente en dos coches de su propiedad y otro robado-. Cuando aparecían los vendedores empezaba la caza. Luces de policía, gritos, tiros. Si las víctimas no frenaban, eran sacados a la fuerza a la cuneta y, pistola en mano, eran desvalijados. Si la banda no encontraba la droga, entonces secuestraba a sus víctimas y las obligaba a ir hasta el lugar donde guardaban la mercancía -en un caso entraron en un piso de marroquíes en Madrid y no tuvieron remilgos a emprenderla a tiros con los ocupantes y herir a uno-. Una vez con la droga en su poder, la vendían ellos mismos.
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