La corrala de Shanghai
El comercio chino de venta de bolsos y regalos al por mayor desembarca en Tirso de Molina
"Algunos esperamos a los comerciantes chinos como a los americanos de Bienvenido, mister Marshall". Quien así habla es un ferretero de Lavapiés que no quiere dar su nombre. Lo dice medio en broma, medio en serio, pero lo cierto es que hace unos meses recibió una buena oferta para traspasar su negocio a un industrial chino. Y lo va a hacer porque, según asegura, la venta de tornillos y cafeteras hace tiempo que no pita en este barrio empobrecido.No es el único. En los dos últimos años, un buen número de locales de la zona de Tirso de Molina, en Lavapiés, se han alquilado a empresarios del Lejano Oriente. Eso ha ocurrido en cerca del 14% de los 60 comercios de la calle de la Magdalena y en una décima parte de los más de cien de Mesón de Paredes (sobretodo en los primeros números, más comerciales). También en algunos de Amparo y calles adyacentes.
Donde antes se vendían pimientos, calcetines o vino ahora hay tiendas de venta al por mayor de bolsos, ropa de raso y juguetitos fabricados en China. Junto a rótulos tradicionales como Taberna de Antonio Sánchez o Las Cuatro Fanegas, se ven otros nuevos como La Perla de Oriente o La Muralla Long. Establecimientos regentados por gente ya mayor o que iban sobreviviendo sin demasiado tirón pertenecen ahora a ciudadanos del país que lleva camino de convertirse en el nuevo dragón asiático.
El comercio regido por inmigrantes no es algo nuevo en una zona como ésta, con un buen número de vecinos de origen marroquí, senegalés o latinoamericano. Pero el desembarco chino ha sido el más espectacular, porque en poco tiempo ha adquirido cierta presencia.
El ferretero que espera ya jubilarse cogió la oportunidad del traspaso al vuelo. "Nadie me hubiera hecho una oferta económica mejor", asegura. "Quien me la ha planteado es un señor que trabaja de camarero en un restaurante chino, pero quizá el dinero no sea de él", añade. "Para mí y para otros comerciantes que sé que están en tratos, la llegada de estos empresarios asiáticos ha sido un chollo", apostilla.
Reticencia vecinal
"Pero dudo que revitalice la zona, porque sobre todo se dedican a la venta al mayor, y la gente que acude a estas tiendas hace poco gasto, y además, los vecinos no acaban de ver bien la presencia de tanto extranjero, porque entre ellos los hay buenos y no tan buenos", concluye.Una confitera que tampoco quiere identificarse (el asunto de la inmigración se vive con tensión en algunos sectores) cree, sin embargo, que todo este nuevo comercio ha recuperado la zona. "Lo malo era hace tres años, cuando no había más que drogatas y camellos, pero estas nuevas tiendas, sean de chinos, de japoneses o de quien sea, dan movimiento al barrio", afirma. Mientras se explica, a su establecimiento entra un hombre extrañadísimo porque la tienda de toda la vida que él buscaba está ahora regentada por comerciantes asiáticos. "Esto cada vez está peor", comenta, en relación a los inmigrantes. "¡Ya estamos!, pero ¿por qué dice usted eso7, comenta la tendera. "Mal estaba antes, esta gente no hace daño ni molesta a nadie", añade.
Bruce, de 17 años, se presenta como el hijo menor de la familia china que regenta La Muralla Long, una tienda de bolsos en la esquina de la plaza de Cabestreros con Mesón de Paredes. El local es grande y hay clientela. Algunos empleados son españoles.
EsteJoven estudiante, que acude al local para ayudar a su familia, explica que llevan un lustro en Madrid y que antes regentaban otras tiendas en las calles de Caravaca y Juanelo. "Fuimos de los primeros en establecernos aquí", añade. "Los bolsos se fabrican en China y se venden por su buen precio; este tipo de comercio es muy fuerte en Francia", concluye.
Juan, que no se llama Juan, pero que optó por ese apodo al comprobar que en España nadie pronunciaba bien su verdadero nombre, es, desde hace pocos meses, el dueño de La Perla de Oriente, un establecimiento con objetos de regalo y mecheros de las más curiosas formas en la plaza de Tirso de Molina. "Llevo muchos años en Madrid, y antes tenía un almacén en Alcobendas", asegura.
"No es que hayamos decidido afincarnos aquí; suele suceder que alguien abre un bar en una zona, le va bien y otros instalan más bares a su alrededor", añade. Se ríe cuando se le menciona que en el barrio algunos les consideran una especie de Tío Sam oriental. "No sé si se pagarán esos alquileres tan altos que se dicen, porque, pese a lo que pueda creer, el negocio no da tanto", concluye.
Poca estabilidad
Celestino Nieto, abogado y vicepresidente de la asociación de vecinos y comerciantes Atila, duda de que este comercio chino tenga estabilidad. "El boom de los bolsos acabará pronto y es probable que se marchen de aquí; de hecho, alquilan los locales, no los compran", afirma este comerciante.Tampoco ve claro que los nuevos negocios regentados por inmigrantes revitalicen el barrio. "Más bien lo desprestigian, porque hay quien no viene por aquí porque piensa que sólo viven ya extranjeros; necesitamos que lleguen jóvenes" explica este representante de una asociación que nació hace tres años, cuando en el barrio existía una fuerte venta de droga, con numerosos pequeños camellos de origen africano.
Sin embargo, a Eduardo Gutiérrez, responsable de urbanismo en la asociación de vecinos de La Corrala, con numerosas actividades interculturales, le parece que este comercio internacional es positivo. "Sobre todo porque en muchos casos se han establecido en locales que estaban vacíos", asegura. "Lo que no estaría bien es que Lavapiés se convirtiese en el barrio de la venta al por mayor, porque una especialización así no es buena, tiene que haber comercio de todo tipo", añade.
Para Babacar Ndianye, representante de la Asociación de Inmigrantes Senegaleses en España (AISE), comerciante y profesor de la Escuela de Mediadores en Migraciones de la Comunidad, es evidente que, en Lavapiés, la venta al por mayor de objetos de moda está en manos de extranjeros, y cree que ese ajetreo comercial beneficia a la zona. "Antes nosotros importábamos bolsos desde París o Estados Unidos, pero todos los días los chinos abren nuevas tiendas porque tienen un gran negocio de fabricación en Francia", añade. "Los senegaleses nos hemos tenido que reciclar; yo, por ejemplo, me voy a volcar en la venta de productos étnicos de mi país", matiza. Renovarse o morir.
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