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Tribuna
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Novela figaresca

Mike es un pícaro con pelos de lana y rizos de cordero. Algo así como un don Pablos de ahora. Es más golfo que Lope, habla como Quevedo y, al contrario que Calderón, pocas veces tiene en la vida sueño. Mike -sibilino observador- dijo ayer: "Si quieres saber de qué va una ciudad, fíjate en sus pelos. Los pelos de Madrid son barrocos y chulines. Lo capilar está pasando por momentos esplendorosos; las nuevas generaciones han entregado su alma a los fígaros. Te -lo demuestro con un recorrido por diversas verbenas. Madrid tiene mucho que ver con los pelos; la esposa de san Isidro era santa María de la Cabeza, patrona de los peluqueros y los psiquiatras. El seso (también el sexo) está en la cabeza. Pero la cabeza está en manos de los peluqueros. De todo lo cual se colige que ellos son los que organizan el mundo. Casi todos son espías".Por la mañana nos infiltramos en la plaza de toros de Móstoles para asistir al VI Concurso Nacional de Peluquería. Más de cien alumnos de toda España, tijera en mano, hicieron las delicias del respetable con cortes espectaculares y ensoñaciones sonrojantes.

A primera hora de la noche irrumpimos en las Vistillas. Las inefables hermanas Valverde demostraron una vez más que su arte, al igual que su apellido, está muy verde. Hicieron lo que pudieron para poner cachonda a la edad media. Mike contabilizó en el recinto 232 pelucas femeninas, 42 bisoñés, 37 postizos, 33 peluquines y 18 caballeros de peinado patético, al estilo del diputado vasco Anasagasti.

Sin cortarnos un pelo, huimos de las Vistillas y recalamos en la plaza Mayor para observar las cabezas de los seguidores de Navajita Plateá. Un poema: melenas al viento, coletas, cortes de estilo franciscano, bolas de billar ronaldianas, nucas despejadas, muy pocas greñas. Y una sorprendente constatación: entre las nuevas generaciones, los tíos van mucho más acicalados que las titis. La coquetería masculina, azuzada por la publicidad y el hedonismo, da a este fin de siglo un matiz muy alejado del sentimiento trágico de la vida, tan del gusto de la generación del 98.

Los últimos alcaldes de Madrid han sido muy capilares: Tierno Galván no tenía un pelo de tonto; Barranco lucía pelo anodino; Rodríguez Sahagún era el entrañable Pelopincho. Y Manzano no se corta un pelo a la hora de amuermar a Madrid. Mike prefiere no hacer ninguna declaración política: "Ni hablar del peluquín, colega. No se pueden pedir peras a un manzano. Casi es mejor tirarse por un barranco".

"Por cierto, los pelos del Madrid son apolíneos; los del Atlético, dionisíacos. Los colchóneros son indios, cazadores de cabelleras. Los merengues tienen problemas con Capelto. La Cibeles lleva rulos; Neptuno tiene cabellera asilvestrada y montaraz".

Y Mike remata su parlamento con este enigma viperino: "Yo no tengo pelos en la lengua, ni me corto un pelín, ni tomo el pelo (ataco directo al corazón), y he abandonado la peluca, al igual que el Cristo de Medinaceli".

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