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Relatos del desierto

Una jaima acoge en un colegio de Móstoles la historia y reivindicaciones de los saharauis

A medio camino entre la dulce fantasía y la cruda realidad, los alumnos del colegio público Joan Miró de Móstoles (196.500 habitantes) se debaten esta semana entre las leyendas de héroes y princesas y los documentos que les descubren "injusticias sociales" como las que sufre el pueblo saharaui. Dentro de la semana cultural que el centro ha dedicado a los cuentacuentos, ayer les tocó el turno a los Relatos del desierto, para cuya ambientación se instaló una jaima (tienda que sirve de vivienda a los saharauis) en el patio del colegio.Los escolares no presenciaron el final feliz habitual de los cuentos, sino que asistieron atónitos al relato de las penurias por las que pasan los niños del Frente Polisario. La narradora Mercedes González, secretaria de la asociación Amigos del Pueblo Saharaui, se vistió con una melfa, túnica típica de ese pueblo, llena de colorido, para restar gravedad a la historia que salía de sus labios.

La narración estaba aderezada con las imágenes de un vídeo sobre la última campaña humanitaria de este colectivo, que logró recoger el año pasado 94 camiones de material escolar, alimentos y medicinas con destino al campamento de refugiados de Tinduf (Argelia). Los alumnos del Joan Miró contribuyeron ayer a esta iniciativa con lápices y cuadernos. Más de un espabilado quiso aprovechar la coyuntura para despachar sus propios manuales de clase de este curso. "¿Se pueden entregar estos libros y así dejo yo de estudiar?", inquiría, con gesto pícaro, un estudiante de cuarto de EGB. Los había más concienciados, inquietos ante la presentación de su donativo: "¿Le gustará a los niños saharauis el papel de regalo que le he puesto a las pinturas que les envío?", se preguntaba otra niña del mismo curso. En general abundaron las pequeñas dedicatorias en las pastas de los cuadernos en las que los chavales deseaban a sus destinatarios que disfrutaran del material entregado.

La experiencia dentro de la jaima borró ayer en los niños el mito del desierto. "Antes de ver el vídeo muchos querían viajar a Tinduf, pero tras enterarse de que en los campamentos no hay lavadora, videojuegos ni tiendas para comprar siquiera el pan, cambiaron radicalmente de opinión", comentó el jefe de estudios del colegio, Vicente Zaragoza.

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