Aracnofobia
Algunas decisiones marcan una vida, y así me ocurrió el lunes, cuando renuncié a ver, en Documanía, un reportaje sobre la aracnofobia, y preferí engancharme a la hagiografía, en forma de entrevista y resultado de monólogo, con interrupciones emocionadas en forma de preguntas espontáneas y resultado de incienso, que Luis Mariñas -en algunos momentos, llegaron a brillarle los ojos; espero que fuera colirio, no amor- le hizo, en la 5, al hombrecito que ha salido del anterior hombrecito que salió del ganador de las elecciones, hace un año, que a su vez salió del candidato a presidente Aznar. Si se fijan, este último -emergerán más, me juego el punto G- se distingue de sus predecesores en la manifestación de su alegría. Así, de la tímida sonrisa inicial pasamos a la risa de conejo del triunfador ma non troppo pero te vas a enterar y, posteriormente, a la carcajada de autocomplacencia de quien se sabe impune para contar chistes malos y perpetrar recitados de tangos con la bendición del Banco Mundial. Por fin surgió el que se refocila en el descojone rematado por relincho tipo Amadeus, mientras los ojillos cavilan y retroceden y se huronizan en su madriguera.Decía que, como no tengo fobia a los arácnidos, me enganché a la entrevista, que me dejó tan KO como el reportaje de La Moncloa que TVE-1 -la de todos, creo recordar- nos endilgó el domingo, una nauseabunda mezcla de La casa de la pradera con La casa Usher (antes de la caída); es decir, una bazofia entre lo cursi mortal de necesidad y lo gótico horrendo, estremecedor, bazofia servida por el vaselinas Baltasar Magro, a cuyo lado Victoria Prego era Woodward & Bernstein, cuando entrevistaba al hoy missing González.
Me arrepentí. Tendría que haber visto el documental. Debo aprender a defenderme de las tarántulas.
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