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Ahora, empleo estable

EL PRIMERO DE MAYOHan sido muchos, demasiados años de paro y precariedad laboral. Ambos fenómenos juntos son insoportables para los trabajadores e insostenibles para la economía del país. Ronda los siete millones la cifra de trabajadores y trabajadoras que o no pueden trabajar por estar en el desempleo o lo hacen con alguno de los contratos temporales.España no puede permitirse, más tiempo el doble lujo de desaprovechar la capacidad productiva de más de tres millones de hombres y mujeres en edad de trabajar, y utilizar deficientemente al 35% de su población asalariada rotando entre contratos de corta duración y el paro, de tal forma que hasta los 30 años se carece de una mínima estabilidad en el empleo y a partir de los 40 se tienen enormes dificultades para reinsertarse en la vida laboral si se ha perdido el trabajo. Puede que estemos constriñendo el periodo de pleno rendimiento de nuestra población ocupada por cuenta ajena a escasamente una década de su vida laboral.

No es casual que después de casi tres lustros de proliferación del empleo temporal conviviendo con una elevadísima tasa de paro, la antigüedad media de los contratos fijos haya caído por debajo de los nueve años.

Otras consecuencias económicas del doble problema que se cierne sobre el empleo en España han sido la distorsión de la productividad, presionada simultáneamente a la baja y hacia la ineficiencia; las ineficiencias de nuestra estructura de oferta y la inercia a permanecer en los segmentos del mercado con demanda más rígida y, por tanto, en los menos competitivos.

Pero al fin, el movimiento sindical ha conseguido que se comparta por el empresariado, y que se generalice socialmente la necesidad de combatir con decisión la precariedad laboral. El reciente Acuerdo Interconfederal por la Estabilidad en el Empleo y la Negociación Colectiva es una valiosa contribución para cambiar un mercado laboral que viene girando en tomo a la precarización del empleo por otro que convierta el empleo estable con derechos en su eje central.

No es un objetivo fácil de lograr en cuatro años, teniendo en cuenta que el empresariado español, y el europeo, llevan mucho más tiempo aferrados a la idea y a la práctica de optimizar sus resultados a base de fuertes procesos de ajuste laboral y de una intensiva y precarizadora modificación de las plantillas. Son, por tanto, las patronales, las que asumen un mayor reto con el acuerdo para convencer a sus asociados de que la fuente de riqueza más importante en este final de siglo es su propia mano de obra. El capital humano, con capacidad de adaptación flexible a las mutaciones e innovaciones que se produzcan en los procesos productivos, ha de contar con las mayores posibilidades de formación continua en las empresas, a fin de mejorar su recualificación profesional, y para ello es condición necesaria dotarlo de la estabilidad y de las garantías laborales suficientes.

Por el contrario, abundar en la precarización laboral, con bajos niveles retributivos y la consiguiente desprofesionalización, es seguir despilfarrando la nueva fuente de la riqueza de las naciones en el siglo XXI y tiramos pedradas en nuestro propio tejado.

Para los sindicatos y para los trabajadores / as también supone compromisos serios y cambios en su cultura sindical. Colocar en el primer plano de las reivindicaciones la transformación de empleo eventual en fijo, atender prioritariamente a los colectivos más perjudicados por el paro y la marginalidad laboral, como los jóvenes, mujeres, parados de larga duración, etcétera; reducir drásticamente las horas extraordinarias tendiendo a sustituirlas por más empleo y acometer resueltamente la renovación de la estructura de los convenios colectivos hasta convertirla en una auténtica red de solidaridad, articulada y más eficaz, tanto en la negociación como en el conflicto, son entre otros los desafíos que asumimos el movimiento sindical.

Si UGT y CC OO hemos decidido asumir la responsabilidad que nos corresponde en la solución del primer problema del país; si las organizaciones patronales han aceptado también apostar por el empleo estable y el desarrollo concertado de las relaciones laborales, es ineludible ahora el concurso de los inversores en la dirección apuntada, y del Gobierno en el manejo de la política económica.

Éste ha de saber que el acuerdo interconfederal sienta un buen precedente que debería ser irreversible en cuanto a no recurrir a nuevas reformas laborales, una vez demostrada la responsabilidad de los agentes sociales en dicho campo. Así pues, para integrar la Unión Económica y Monetaria, y mantenemos en ella después, no se podrán compensar las inclinaciones ideológicas hacia el liberalismo socioeconómico con ajustes laborales. Por el contrario, nuestra economía será mas solvente y creíble en los mercados internacionales cuanto más vigorosa sea la creación de más y mejor empleo.

Las tentaciones de favorecer a los más ricos con una injusta y desequilibrada política fiscal; la pendiente hacia la degradación de la escuela pública, retrocediendo en los niveles de igualdad en la educación, auténtica base de una sociedad de hombres y mujeres libres; el deterioro de la sanidad y servicios públicos en general, y la privatización sin orden ni concierto de industrias públicas eficientes y rentables, son aspectos centrales de la política del Gobierno del PP con los que mantenemos profundas diferencias y conflictos abiertos, como el provocado por la congelación salarial de los empleados públicos en los Presupuestos de 1997. Son, en consecuencia, también motivaciones de primer orden del contenido reivindicativo de este Primero de Mayo, Jornada en la que, junto al compromiso para el desarrollo de los acuerdos en favor del empleo estable y con derechos y la lucha en defensa de los servicios públicos, el movimiento sindical aportará su esfuerzo solidario junto al movimiento sindical internacional y europeo, que prepara ya una gran manifestación en toda Europa para el próximo 28 de mayo, por la incorporación del empleo y de los derechos sociales al nuevo Tratado de la UE como piedra angular de una Europa que sólo se fortalecerá económicamente si se cohesiona social y políticamente.

Antonio Gutiérrez Vegara es secretario general de CC OO.

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