Major tira la toalla
El lider 'tory' reconoce su derrota antes de las elecciones
ENVIADO ESPECIALEl día 29 de abril de 1997, poco después de las diez de la mañana, hora local, será recordado por la pequeña historia como aquel en que el más tenaz de los luchadores, el especialista en arrancar la victoria de las fauces de la masacre, se dio por vencido. John Major, primer ministro conservador del Reino Unido, a 48 horas del voto nacional, concedía ayer ante una audiencia de un centenar largo de periodistas que había sido derrotado en unas elecciones aún por celebrar. El peso de las encuestas, segundo a segundo, más abrumadoras en favor del laborismo, el convencimiento blindado de periodistas, políticos, expertos de toda condición en este Londres de fin de siglo, es de tal magnitud que ha logrado crear ya un resultado virtual con una victoria de la más vasta extensión para Tony Blair. Luego, los comicios se celebrarán y pasará lo que pase, pero hoy nadie se atreve a disputar aquí que el labour ya ha vencido, incluyendo a los que ocultan que, pese a todo, van a votar tory, porque les da apuro reconocer semejante peculiaridad. Lo demoniaco de las encuestas no es, por tanto, que, afortunadamente, se equivoquen, sino que crean realidades que pueden modificar la realidad. Mañana muchos tories no se molestarán en votar porque todo está perdido, y no pocos laboristas harán lo mismo porque todo está ganado. El líder conservador suspendió el lunes su cotidiana conferencia de prensa en la sede del partido, lo que ya fue largamente interpretado como el primer desfallecimiento de su insondable ánimo. En su lugar, quiso despedirse del electorado con un viaje a los cuatro rincones del reino: Gales, Escocia e Irlanda del Norte, además de su Inglaterra central. Los periodistas británicos que le acompañaban ya certificaron que allí el único rostro relajado era el de su esposa Norma. Ella ya lo sabía. El partido, en multiguerra civil entre antieuropeos -decir europeístas sería mitigar el anti- y europeos, simplemente, se rindió ya el lunes, sumiéndose en una pasable cacofonía de recriminacioes. Major, posiblemente también, pero fue ayer por la mañana cuando lo confirmó. Con la voz de una grabación de aerolíneas que nos informa de cómo ajustar el salvavidas cuando ya no hay vida que salvar, Major no disimulaba, advertía. No decía "vamos a ganar", sino "malhaya que ellos ganen". La mandíbula, con la que ha sabido mostrar tantas veces determinación vencedora frente a la adversidad, encajada casi hasta las cejas, era la viva imagen de la desolación, pese a todo serena. El comentario se difundía unánime entre la audiencia: "He has given up" (se ha rendido). Allí, en aquella lacónica despedida de duelo de no más de 20 minutos, el único animado era su segundo, Michael Heseltine, conocido como Tarzán por su ya algo raída atlética complexión y melena rubia de rey de la selva, porque sabía que sus posibilidades de suceder a Major emergen por fin. Si Major sufriera una derrota aplastante, se espera que anuncie su dimisión este fin de semana para convocar elecciones a la sucesión en verano. Con su idioma desenvuelto y elegante, inglés aprendido donde se debe, a diferencia del acento metálicamente correcto, pero de ningún sitio, de Major, Heseltine repetía su palabra preferida en la derrota: "Lealtad"; lealtad al primer ministro en estas horas de acíbar, pero también para recordarle que en la sucesión de Thatcher, en noviembre de 1990, fueron su retirada, tras la primera ronda de votaciones, y el apoyo a Major lo que le permitió a éste alzarse con el santo y la limosna. Y ahora llega el momento de amortizar la deuda. Día notable el de ayer, en el que el cada vez menos augusto The Times, pilar tory como en otros tiempos lo fueron la aristocracia y la Iglesia anglicana, declaraba favorito. Y éste no era ninguno de los dos partidos, sino la grey de euroescépticos de ambos; todos los que mañana voten contra Europa. Otra manera de seguir votando conservador sin apoyar a Major, porque la masa de antieuropeos es hoy tory de corazón, aunque una parte se pase al labour en las urnas. Así, el periódico de Murdoch figura en tal excelsa compañía como el partido xenófobo de Le Pen en Francia o la franja lunática de IU en España. Ello deja sólo entre las gran des publicaciones británicas plena mente al lado del partido tory al Daily Telegraph y el semanario The Economist. El primero, porque no sabría hacer otra cosa, pero el segundo, como declara uno de sus subdirectores, Daniel Franklin, porque "somos liberales con ele minúscula, es decir, sin partido, y no votamos a personas, sino a programas".
A la entrada de la sede conservadora, un cuadro iconiza a Major recostado en los anaqueles de una biblioteca con un libro. Es un retrato de quita y pon que ha debido pergeñar alguno de los menosafamados contemporaneos. Alguien le está tomando ya las medidas para hacer lugar al sustituto.Si el elegido fuera Heseltine, su edad, 64 años, y su historial cardiaco le convertirían en una figura de transición. Una opción que al ex director de The Guardian Peter Preston le parecería "extravagante", pero que tiene en su favor que nadie como él representa el centro geométrico del partido tory, es decir, la nada. Hanna, la recepcionista del Central Office, se rendía también ayer a la evidencia: " ¡Qué pena, con lo agradable que es el señor Major!".
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