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ELECCIONES BRITÁNICAS

La Europa de los 'tories'

El Partido Conservador explota la idea de la Unión Europea como enemigo para intentar seguir en el poder

ENVIADO ESPECIALEn las seis semanas de campaña oficial conservadora ha habido un único hilo conductor, que en sí mismo concede la iniciativa, si no el triunfo, al adversario: cómo gobernaría el laborismo a partir del 1 de mayo. Más allá s inútil buscar otro concepto: el caos, la resignación y el sálvese quien pueda han parecido ser los picos de la profunda sima electoral en la que se debate el partido tory. Entre el público es el IRA quien muestra más fe en el proceso político británico, amenazando hasta el día de autos con infectar de bombas a diestro y siniestro

El primer ministro conservador, John Major, es el único que parece creer aún posible la victoria. Y, así, ha dado un giro a la campaña descartando la tersa exposición de lo bien que va la economía por una intervención en televisión, anteanoche, en la que, fijando los ojos en la audiencia, en un primer plano sostenido un tanto egomaniaco, pedía el voto personal, se declaraba el único capaz de negociar Europa y se parapetaba en su última trinchera: Tony Blair, no es de fiar.

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Major nos va a dar triple ración de Europa después de que, apoyado en su círculo de asesores, tomara el timón de la campaña, orillando la cuestión económica. Sólo el propio pánico tory transmitido al elector puede salvar al partido: "Es Europa, estúpido", parece como si dijera a sus estrategas.

Hasta aquí lo había probado todo. Anunciar en enero que a la retirada del yate real Britannia a fin de año se encargaría un nuevo buque para Isabel II. En febrero avisaba de la privatización del mero londinense, el entrañable tube, que está hecho una lástima y cuesta un ojo de la cara pese al. boom del thatcherismo. En marzo trazaba su primer parte aguas con Europa. El continente no existía: prohibición absoluta de tocar el asunto a candidatos y ministros. La política oficial era la de esperar y ver, ni sí ni no, sino todo lo contrario. Mejor no agitar las aguas, que las brechas en las cuadernas eran demasiado evidentes.Pero la rebelión estallaba acto seguido. Al día de hoy, The Times contabiliza casi 300 candidatos, diputados y ministros que han desafiado la prohibición, mostrándose contrarios a la moneda única.

Y como amenidades, 21 dimisiones ministeriales en 18 meses, una parte bien que por razones personales como dedicarse a la vida hogareña, según parece, tras haber agotado el suministro de esposas ajenas en el vecindario; pero, sobre todo, por sobornos confesados, comisiones nada dudosas, y algún caso de homofilia.

Hasta -o desde- Thatcher, su antecesora en el cargo y padre intelectual del moderno conservadurismo privatizador y mediocrático, le ha traicionado. En su primer pronunciamiento -privadotestigo; el establishment se encasquilla ante la propia revolución del thatcherismo -una nación de accionistas-, y el combate contra el Moloch diz que marxista se lo ha escamoteado el diligente Blair al declararse la amable izquierda de la derecha. Ése es el terrible riesgo; ¿qué le queda a la tribu de los tories para armarse en el poder?;un enemigo que ni siquiera puede ya ser el comunismo: Europa. La de siempre; la de Felipe II, Luis XIV, Napoleón, HitIer y ahora, ¡oh consternación!, católicos tan morigerados como Adenauer, De Gasperi, Delors y Kohl.

Eso explica el mal gusto indecible, pero sin duda efectivo, del cartel de estos días con un fotomontaje de Blair sentado en las rodillas de Kohl, para implicar que el líder laborista sería un juguete en las manos -o los muslos- de los solapados y arrogantes alemanes. Bonn, en un gesto de sublime indiferencia, sólo ha comentado -también privadamente-: "Son cosas de los ingleses".

Este final de campaña es, en realidad, una doble carrera electoral: la de la confirmación de un primer ministro laborista, y la de a sustitución de un líder conservador. La rebatiña por relevar a Maor de aquí al congreso anual del partido, en octubre, acapara tantas energías de los dirigentes tories como la oficial campaña. Y, entre os antieuropeístas, en la línea del ministro de Sanidad, Stephen Dorrell, el primero en desafiar a Major sobre el euro, o el ministro de Defensa, Michael Portillo, hijo de republicano español exiliado, y del que un comentarista escribía que "su orgulloso legado castellano aparece sumergido en un radical anglo-chauvinismo", y los pro-europeos, como el jovial y sonrosado canciller Kenneth Clarke, que, como extremos incompatibles, se cancelan, debería surgir un nuevo Major sin proyecto actual, porque eso es la muerte. ¿Quizá Major sueña con sucederse a sí mismo?

Lo mejor que le puede ocurrir hoy al torysmo es perder las elecciones por un margen limitado. ¿Qué haría el partido sino descabalarse aún más en la escalada de menos de dos años hacia el euro? Por ello, la única política posible de los conservadores es no tener política ninguna. Y, al final, resultará que tanta batalla fratricida era un recreo, a la espera de que Europa, dentro o fuera, les resuelva todos sus problemas.

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