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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Críticas; no cripticas

¿Crípticas o cínicas? En este dilema nada laudatorio encierra una lectora, Concepción Llaguno, de Toledo, el estilo de las críticas a las películas de televisión que se publican en EL PAÍS. Es posible que tales críticas sean lo primero, es decir, oscuras y de difícil comprensión, pero el Defensor del Lector debe rechazar lo segundo. El término cínico connota una actitud moral que apuntaría más a los críticos que a la crítica en sí. Y aunque el Defensor del Lector no cree que ésa sea la intención de la lectora, conviene dejarlo aclarado desde el principio.Pero descartado lo del cinismo, queda en pie el otro aspecto de la cuestión.: la posible oscuridad o sentido. enigmático de las críticas. Como muestra, la lectora ofrece los siguientes extractos de dos comentarios del 14 de marzo: "Con una fotografía de mucha gasa y pese a la sentida consternación de los personajes, el resultado es un estrangulado paseo al fondo de la flojera de piernas"; "Entre el melodrama, el feísmo buscado y los gestos excesivos... una historia de supervivencias imposibles entre vapores de barrio hondo". La lectora confiesa no entender el lenguaje "gaso" y de "barrio hondo", que dice debe ser para iniciados, y señala que, a la postre, se queda sin saber si son buenas o malas las películas comentadas.

Si lo sucedido a esta lectora fuera general, ninguna duda cabría albergar sobre el fracaso de la crítica. Su razón de ser en un medio de información general como es un periódico no es otra que orientar al lector sobre la calidad de la película que se dispone a ver en el televisor de su casa. No sirve una crítica tan alambicada conceptual y estilísticamente que le deje en, ayunas sobre esa cuestión esencial. La subjetividad del crítico, presupuesto básico de su función, debe atemperarse al objetivo general de comunicar hechos e ideas de modo fácilmente comprensible (Libro de estilo, 2.1 y apartados siguientes). La crítica, incluso si bascula más hacia el lado de la opinión que de la información, no queda al margen de este objetivo.

Esta sección ya abordó en una ocasión el tema de la crítica a las películas de televisión, pero desde la perspectiva de la exactitud de los datos, no del estilo. Entonces se subrayó la dificultad de comentar unas 4.000 películas y telefilmes al año (entre 10 y 15 fichas-comentario al día), que los críticos, obviamente, no pueden ver en su totalidad, debiendo echar mano de su memoria, de archivos propios y de libros de referencia, a veces no actualizados e incluso con datos equivocados. Pero si al error, difícil de evitar en ocasiones, se añade la dificultad de comprensión, la crítica se convierte en un instrumento inservible.

Ángel Fernández-Santos, crítico de cine de EL PAÍS, señala la escasez de espacio como uno de los condicionantes de la crítica de cine en las páginas de Televisión / Radio. Y añade: "No es fácil valorar una película en comentarios donde no cabe el análisis. Hay películas que, por mal o por bien hechas, no se prestan a discusión y ante ellas al comentarista le basta enunciar una clave objetiva de por qué están mal o bien hechas, para que el lector se sienta ayudado a saber verlas. Pero hay películas que se prestan a disparidad de criterios y ante ellas el comentarista está forzado a dar una valoración subjetiva, casi telegráfica, lo que complica su tarea, pues le amenazan la imposibilidad de matizar y el exceso de subjetividad, ese rotundo 'a mí me gusta o no me gusta' que por sí solo no basta para hacer una valoración crítica convincente. Conviene en estos casos hacer una apreciación muy simple y clara, y de esas que dejan la puerta abierta al desacuerdo del lector".

¿Pero cómo ve y practica la crítica el crítico emplazado a comentar todos los días al menos una docena de películas y telefilmes de las distintas cadenas? Luis Martínez, autor de los comentarios a los que se refiere la lectora, deja claro que "lo que se busca es, ante todo,orientar. No se quiere aquello de soltar a bocajarro lo de buena, mala, obra maestra o genial desvarío (apoyado con toda la necesaria pirotecnia de estrellas al uso), sino colocar unas indicaciones, señales de tráfico o aviso para navegantes. Es decir, algo así como un manual para el excursionista". Pero la dificultad, señala, es que "hay que hacerlo en un solo párrafo. Ahí está la gracia y ahí el riesgo. Así, las ganas de atraer la atención del lector con una imagen, metáfora o idea feliz, juegan a veces una mala pasada. En diez líneas hay que detallar el lugar de la película en la filmografía del director, la oportunidad de las interpretaciones, unas indicaciones sobre el argumento, un juicio sobre su calidad y una referencia a la acogida que tuvo la cinta en el momento del estreno (por citar unas pautas). En definitiva, el mérito y oficio está en la condensación y, en consecuencia, a veces, simplemente se nos va la metáfora al cielo. Con los ejemplos de la lectora en la mano: una película con una marcada tendencia al ternurismo facilón se queda en 'flojera de piernas'; una dirección de fotografía más propia de una postal con el sol hundiéndose en las playas de Acapulco se convierte en 'foto de mucha gasa', y un drama bronco con todas las fuerzas del instinto respirando en los ojos del protagonista (esto también es imagen) se transforma en 'drama de barrio hondo'. Todo esto se entendía, creo, en el contexto en el que fue escrito".

Son, sin duda, observaciones razonables que subrayan escollos ciertos en la tarea del crítico. Pero el resultado no puede ser rizar el rizo del lenguaje de modo que se necesite la ayuda de un traductor o un intérprete para aclarar su sentido. En opinión del director adjunto de EL PAÍS, José María Izquierdo, "los comentarios sobre las películas que se emiten en las distintas cadenas han de tener un objetivo claro y manifiesto: servir de guía, de indicación, de pista. Es una sección con clara vocación de servicio al lector". "Pero parece obvio", añade Izquierdo, "a la vista de los comentarios de algunos lectores, que en ocasiones no se cumple con esa regla a la que todos los que hacemos el periódico deberíamos sujetarnos: informar, clara y concisamente, dé lo que ocurrió, ocurre u ocurrirá. En este sentido, la sección a la que nos referimos no es sólo un espacio de crítica -y ya el propio Luis Martínez y Ángel Fernández Santos han dado su opinión-, sino que debería ser mucho más informativa. Así lo entendemos y así esperamos que sea a partir de ahora. Filigranas crípticas, las menos. A ello nos aplicamos".

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.

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