Leninistas de andar por casa
¿Se puede no ser español y percibir del Estado español la más alta de las pensiones posibles? Sí, se puede, pero a condición de pertenecer a HB y haber disfrutado de la condición de diputado en las Cortes Generales. Los parlamentarios cuidaron bien su futuro y se asignaron una bonita pensión para el día de su jubilación forzosa. Los abogados de HB, también previsores, rellenaron todos los papeles para que su cliente no perdiera esos derechos. El resultado está a la vista: un veterano de la mesa de HB, que no reconoce al Estado español, pasará el resto de sus días percibiendo una pensión mucho más sustanciosa que si hubiera seguido su primera vocación y fuera hoy un banderillero retirado.La suerte que ha convertido a este valiente luchador contra el Estado opresor español y la explotadora sociedad capitalista en un respetable jubilado es sólo un símbolo de la desnudez teórica y el fraude práctico que oculta la coalición a que pertenece. Políticos al fin, aunque de la clase de los radicales, los miembros de la dirección de HB no temen aceptar hoy exactamente lo contrario de lo que rechazaban ufanos ayer: que el Tribunal Supremo ni ningún otro tribunal español era quién para exigir nada de un ciudadano vasco, ni la explicación de sus razones y actividades políticas ni las fianzas para andar libremente por la calle. El Supremo no era quien para detenerles ni para dejarles en libertad.
Al responder con tal marcial arrogancia a un auto del Supremo citándoles a declarar, los miembros de la mesa de HB daban por descontada la reacción del resto de los partidos nacionalistas. En efecto, el mismo día del auto el portavoz del PNV tildó de "despropósito" la llamada del Supremo y le atribuyó ocultas intenciones relacionadas con la misteriosa coyuntura. El venerable Tribunal buscaba únicamente el "aplauso fácil pero terminaría organizando un circo, dijo en seguida el portavoz de EA. Claro que estos festivos vaticinios se quedaron cortos ante el anunciado por un nuevo profeta de desastres: el Tribunal Supremo, según la preclara mente del líder de IU en Euskadi se había convertido en una fábrica de mártires y se disponía a enviar, a costes pagados, una remesa de 25 a los altares de HB.
Las bravatas de HB y las catástrofes anunciadas por PNV, EA e IU se han venido abajo por la módica cantidad de 500.000 pesetas por mártir, sagazmente dispuesta por un juez del Supremo. Cuando apenas habían transcurrido dos meses de prisión, los miembros de la mesa nacional de HB han decidido que ya estaba bien de bromas y se vuelven a casa. ¿Qué ha pasado? Argumentarán, desde luego, que el Estado español ha claudicado una vez más y ha puesto tan módico precio a la libertad que era imposible no comprarla. Pero la verdad del caso es que HB iba a enseñar los dientes al Estado con la llamada a una huelga general y al final la feroz dentellada quedó en leve mordisco. El juicio a que el pueblo vasco sometería al Estado español por la detención de estos mártires de la libertad acabó en agua de borrajas.
Todo lo cual entraña una irónica lección: que la democracia es fuerte sólo cuando confía en sus procedimientos. Los magistrados del Supremo, unos señores políticamente tan torpes que llamaron a destiempo a toda la dirección de la temible coalición abertzale y la citaron de manera que parecía a propósito para alimentar una agitación permanente, han prestado un singular servicio político con la sola decisión de hacer cumplir la ley: han dejado desnuda y a la intemperie toda la retórica belicista de estos aguerridos leninistas. Si ese hubiera sido el caso de los partidos políticos de Euskadi, hace ya tiempo que se habría revelado lo hoy evidente: que leninistas a tan bajo precio no son más que revolucionarios de salón; que cuando sale tan barato liderar un movimiento de liberación, es que no hay ninguna liberación que liberar. Pensionistas y en casa, ese es su mejor destino.
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