Prisas al volante
En coche se han matado 134 personas en la semana santa pasada.El año pasado, EL PAÍS tuvo a bien publicar una carta mía en la que pedía, a la vista del horrible número de muertos por accidente de coche, que se imprimiera en las carrocerías aquello de Ias autoridades sanitarias advierten que el coche mata". El título original de mi carta era Muertos. La redacción suavizó el título poniendo Muertos en carretera, menos macabro, quizá, dando a entender que por ser "de carretera" eran muertos consabidos, consentidos y aceptados resignada y fatalmente.Se me ocurre que la causa de la mayor parte de los accidentes de coche se debe a la impaciencia invencible que se nos mete en la sangre a los automovilistas en cuanto nos ponemos al volante y que se adueña de nuestras conductas. Con esa impaciencia, el automovilista se salta el stop para ganar sólo unos segundos o la eternidad. Las prisas impacientes que dominan sus decisiones le empujan a adelantar indebidamente con riesgo, impidiéndole considerar que con ese adelantamiento ganará sólo unos segundos o la eternidad suya o la de otros.
La impaciencia impide al automovilista ceder el paso -son segundos-, cuestión de estilo, pero pocas veces se cede el paso, y esto creo que tiene importancia porque, de practicarse, terminaría creando hábito en toda la conducción del automóvil.
Un ejemplo simple, pero muy revelador y muy frecuente: el disco en rojo; nadie puede pasar, alguien intenta cambiar de carril; bueno, pues el impaciente automovilista de turno, a pesar de que va a tener que detenerse, no es capaz, no puede ceder el paso a aquél, su impaciencia no le permite perder en su recorrido ni siquiera los cuatro metros que es la longitud del vehículo que intenta ponerse delante de él. No puede privarse de tocar el claxon. No puede.-
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