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LAS VENTAS

El triunfo de la casta

A mí que me den novillos como los de La Quinta. A mí, a ese señor y a aquellos turistas del tendido 10. Y los derechazos, para su abuelita de usted. Porque el espectáculo de la fiesta está en el juego de los toros. En la prontitud de su embestida. En el acoso a los toreros. En el empuje con el caballo. En la movilidad constante y sin respiro.De todo eso hicieron gala los novillos de Martínez Conradi: puro encaste Santa Coloma. Hubo tres excelentes: el primero, el cuarto y el quinto. Nobles, repetidores y entregados. El segundo embistió con sosería, siempre con la cara alta y cobardeó ante el castigo del picador. También llevó la cara alta y se quedó cortito el tercero. El sexto tuvo más violencia que bravura. Pero todos chorrearon casta hasta la punta del rabo.

Quinta / Urdiales, Ortega, Iniesta

Novillos de La Quinta, bien presentados, encastados. 2º, mansurrón; 6º, violento.Diego Urdiales: estocada desprendida (aplausos y saludos); estocada enhebrada, dos pinchazos -aviso-, estocada corta atravesada y descabello (silencio). Chamón Ortega: cuatro pinchazos -aviso- y estocada delantera (silencio). José Antonio Iniesta, nuevo en esta plaza: pinchazo y estocada desprendida (petición y vuelta), tres pinchazos y media (silencio). Plaza de Las Ventas, 13 de abril. Media entrada.

Frente a género tan aprovechable, los novilleros de la terna tiraron por la borda la oportunidad de tocar el triunfo en forma de orejas en la mano. Todo se les fue en un absurdo empeño de pegar sin ton sin son, con alguna floritura intercalada. Es cierto que tuvieron voluntad y grandes deseos de agradar. Pero la embestida incansable de los novillos pedía a gritos un toreo con más cabeza y calidad.

Esa calidad la puso, a ratos, el debutante José Antonio Iniesta. Asombroso modo de salirse toreando a la verónica al tercero, con mando y jugando bien los brazos. En la faena de muleta anduvo tranquilo, erguido y torero. Algunos pases de pecho tuvieron pureza y clasicismo. Pudo haber cortado la oreja de no haber pinchado. La petición hubiera sido más nutrida. Con el problemático sexto, que quedó un pelín bronco en la muleta, estuvo desbordado. Sin envez de darle pases le hubiera plantado pelea, otro gallo le hubiera cantado.

Diego Urdiales empieza muy bien sus trasteos. Con un toreo rítmico y templado se llevó a los medios a ambos enemigos. Luego perdió acoplamiento. No se puede torear bien si uno se coloca tan despegado. Hay que arrimarse. Con esa falta de estrechura, ni se embarca a los novillos ni se manda en ellos. Pero no se arrugó ante la casta de sus enemigos y puso siempre la muleta plana y por delante.

Chamón Ortega fue muy jaleado durante sus faenas, en las que hubo sus altibajos. Junto a muletazos poderosos y mandones, otros embarullados. En algún momento, demostró que ha asimilado la técnica del toreo, sobre todo en la forma de llevarse al segundo hacia fuera. El novillo mansurroneaba y se quería ir. Había que meterlo bien en el engaño y el novillero madrileño lo hizo con la sabiduría de un veterano.

El espectáculo bochornoso corrió a cargo de la cuadrilla de José Antonio Iniesta que convirtió el segundo tercio en una siembra -de palitroques multicolores sobre el ruedo. La afición lo pasó pipa contando las banderillas caídas.

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