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Las tornas han cambiado

Ahora que el lado duro de la intransigencia israelí y de la embriaguez ideológica queda claramente expuesto a la vista de todo el mundo, las poderosas fábricas del fraude y de la propaganda ya han empezado a difundir una interpretación engañosa, transformándolo en el resultado "justificado" del terrorismo y de la violencia palestina. Primero Netanyahu y después el habitual coro de sus asesores y asociados reiteran el tema esencial de que no puede haber paz sin poner fin en primer lugar a la violencia y al terrorismo palestinos, ya que éstos son los que han bloqueado el proceso de paz. Luego, la comunidad judía de Estados Unidos, cortejada con gran asiduidad por los dirigentes palestinos, repite la misma idea absurda en enormes anuncios a toda página publicados en The New York Times y en otros sitios, en los que se afirma que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) debe volver a detener a los terroristas de Hamás, que no se les debe dar más luz verde (como la que, al parecer, les ha sido dada) y que debe existir reciprocidad, una palabra utilizada por primera vez por Netanyahu cuando habló en una sesión conjunta del Congreso, en julio pasado, con motivo de su primer viaje a EE UU después de las elecciones israelíes: volver a detener a los (terroristas) islámicos que ponen bombas.Por último, el "coordinador del proceso de paz en Oriente Próximo", Dennis Ross, es enviado a la zona para restablecer la "confianza" entre ambas partes, lo cual es un fuerte indicio -en mi opinión, algo prácticamente seguro- de que la secretaria de Estado, Albright, le seguirá poco después para intentar recuperar terreno para Bill Clinton al más bajo coste posible: esto significa que Israel no puede, no debe, ser ofendido. Ni una sola palabra en todo esto sobre la toma de territorios cerca de Belén, ni sobre los continuos bloqueos, ni sobre la pobreza y frustración cada vez más extendidas y más profundas en los territorios ocupados, ni de los continuos engaños por parte de los israelíes a sus llamados socios palestinos en el proceso de paz. Una imperturbable atmósfera de extremada seriedad e intención moral se cierne ahora sobre un proceso de paz en ruinas, pero una cosa no tiene nada que ver con la otra. Lo asombroso no es que haya violencia, sino que en estas terribles circunstancias haya tan poca. ¿Durante cuánto tiempo podrá Arafat mantener a raya a su gente?

Sin embargo, esta vez ha existido un intento palestino de resistencia más enérgico aunque no coordinado. Manifestaciones callejeras, sentadas en Jebel Abu Ghneim y una actitud más dura hacia las negociaciones de paz han hecho aumentar el alcance de las exigencias nacionales palestinas; y éstas han sido aceptadas por la comunidad internacional en general y por el mundo árabe en particular. Y, sin embargo, uno tiene la deprimente sensación de que, a pesar de todo esto, el margen de maniobra es muy reducido y está en estos momentos sumamente agotado. Oslo es, ha sido y siempre será implacable, y las cosas a las que se renunció entonces son difícilmente recuperables ahora. Hebrón fue una demostración perfecta de esto. Ahora, uno de los problemas más graves, en mi opinión, es la dependencia palestina y árabe, no tanto de Estados Unidos, sino de las expectativas internacionales de lo que a Estados Unidos le gustaría que hiciésemos.

Un ejemplo perfecto de ello fue el comportamiento inexplicablemente peculiar del rey Hussein. Primero hace pública una carta personal de descontento e incluso de denuncia que envió a Netanyahu. Unos días después, cuando uno de sus soldados se vuelve loco y mata sin escrúpulos a un grupo de -colegialas israelíes, el monarca viaja inmediatamente a Israel, cae postrado ante las familias agraviadas y se convierte en un servil suplicante de la "comprensión" de Israel, y, cómo no, también de la de Estados Unidos. Ningún jefe de Estado ha hecho jamás nada parecido y, desde luego, ninguna personalidad israelí se disculpó por "errores", trágicos o de otro tipo, cuando los civiles árabes fueron masacrados. La primavera pasada, cuando se hicieron públicas las circunstancias de las exterminaciones de Caná, los israelíes, lejos de disculparse o de visitar a las familias desconsoladas, intentaron escurrir el bulto echando la culpa a los combatientes "terroristas" de Hezbolá; esto se vio después subrayado en Estados Unidos cuando la periodista de The New York Times y "experta" Judith Miller dijo en la CNN que "esas personas" eran realmente de Baalbeck y que habían sido llevadas cínicamente a Caná para ser sacrificadas por Hezbolá. Butros Gali perdió su cargo gracias exclusivamente a la oposición estadounidense e israelí a su candidatura debido a los esfuerzos que hizo por publicar el informé de Naciones Unidas que culpaba claramente a los israelíes de lo ocurrido.

Ahora, los líderes árabes consideran que su papel es ser moderados y aumentar la confianza de Israel en sus intenciones porque Estados Unidos finalmente los ha convencido de que ésa es su principal obligación política. La inseguridad y los temores israelíes son el primer punto del programa, aunque se utilicen las medidas más ilegalmente agresivas que existen sin tener en cuenta la falta de seguridad de los árabes ni los compromisos del tratado.

Hemos vuelto a los años ochenta, cuando legiones de miembros del Departamento de Estado y expertos, académicos de Estados Unidos decidieron que, como uno de ellos decía en un influyente artículo, la política exterior debía ponerse en práctica de acuerdo con Freud. En otras palabras, la idea oficial era reunir a árabes e israelíes. en sesiones secretas como un medio de destacar sus diferencias psicológicas, la mejor manera de poder resolverlas. Recuerdo que en aquella época pensaba que se nos estaba pidiendo que creyéramos que la destrucción de Palestina en 1948, la colonización de Cisjordania y Gaza, la continua represión y opresión de palestinos por Israel, eran el resultado de un malentendido psicológico entre nosotros y que si pasábamos el tiempo suficiente escuchándonos los unos a los otros podríamos salir de ese atolladero más o menos trivial. Por su puesto, lo que ocurría realmente era una forma de guerra psicológica que terminó haciendo que la OLP abandonase todas sus esperanzas y fuera más que razonablemente condescendiente en Oslo. La capitulación psicológica era el objetivo, y ahora está claro que lo sigue siendo. Estoy convencido de que los líderes palestinos (si no todos los árabes) están totalmente convencidos de que no

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tienen más opción que aceptar los dictados de Estados Unidos y de Israel. Por eso, Arafat parecía satisfecho de haber logrado una concesión sobre la incautación de territorio y la "última" colonia de Har Homa cuando los israelíes le permitieron aterrizar y despegar del aeropuerto de Gaza (con una autorización exclusivamente para él). Llegó a la conclusión de que para mantenerse en el poder hay que seguir en el juego, y, el juego requiere que se acepten tales afrentas y que se intente aparentar que en realidad son victorias. El que la inmensa mayoría de los palestinos que sufren la escasez de trabajo y de comida, la ausencia de esperanza y la tiranía de su régimen, continúen aceptando esta situación o no, es una vez más otra historia.Ciertamente, ni él ni sus tenientes han demostrado una gran inclinación a prestar mucha atención a lo que piensa el pueblo -pensemos, por ejemplo, en el espantoso destino de casi 400.000 palestinos en Líbano de los que se deshicieron como si fueran despojos-, así que no hay razón para esperar grandes cambios en este sentido. También está claro, a juzgar por lo que ocurre en todo el mundo árabe e islámico, que no existe una gran aceptación, de lo que Israel, Estados Unidos y los líderes árabes han venido haciendo en relación con Israel.

Esta paz tiene bases en la sociedad árabe, y por una buena razón. Se considera, correctamente, que le ha sido impuesta a un sistema estatal árabe débil y desorganizado por intereses poderosos que representan a un reducido segmento de la población. A la larga, y a pesar de que ahora las tornas han cambiado, se trata de una larga contienda, en la que Israel no ha logrado vencer. Es verdad que cuenta con la fuerza militar y con el respaldo de Estados Unidos y que es un Estado moderno apuntalado por modernas instituciones y, para los judíos, es una sociedad democrática, si bien muy militarizada.

Pero ¿puede imponer su voluntad sobre la totalidad del mundo árabe e islámico convirtiéndose en un vecino "normal", como ha intentado hacer con tanto empeño por medios militares y culturales? No, y probablemente este comportamiento arrogante y estrecho de miras le negará para siempre la clase de integración en el área que dice querer. Esto no es ni el resultado de un malentendido ni de una falta de confianza en las intenciones árabes. Lo que ocurrió en 1948 fue una historia real, una conquista real, un desahucio real de un pueblo entero. Hasta que esto no se reconozca, no puede haber paz, aunque los actuales líderes árabes hayan decidido olvidar el pasado en su urgencia por apaciguar los deseos de estadounidenses e israelíes. Y cuando al final lo que está reprimido vuelva a manifestarse, pasará una factura que hoy por hoy no podemos prever, pero que modificará el orden existente de forma imborrable.

Edward Said es ensayista palestino y profesor de la Universidad de Columbia.

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