Flor de santidad
Dejada por la mano de Dios en las implorantes de su fiel servidor nuestro pío alcalde, abandonada por su santo patrono Isidro como improductivo erial donde sólo se dan bien el hormigón y el asfalto, la ciudad de Madrid, tan descreída como crédula, o si no que se lo pregunten a las urnas, se consume y arde en un infierno estrepitoso y caótico de obras y zozobras, atascos endiablados entre los que pululan ciudadanos endemoniados a los que una discusión de tráfico ha mutado de pacíficos padres de familia en ogros irascibles y diabólicos.Para devolver a la urbe al buen camino y exorcizar a sus ciudadanos, se ha fundado en Madrid recientemente la Orden de los Predicadores Urbanos de San Peatonio de Manoteras, varón madrileño que sufrió martirio bajo las fauces de un Seat Panda y un Ford Scorpio en plena M-30 tras haber intentado mediar con buenas palabras en una discusión de tráfico. La Orden de San Peatonio, que ha comenzado a entregar octavillas con jaculatorias y oraciones en las encrucijadas vitales de la urbe, no descarta convocar a sus adeptos a la autoinmolación colectiva, arrojándose a la vorágine del tráfico en hora punta y en puntos neurálgicos y emblemáticos de la urbe como la glorieta de Atocha, Cibeles o la Gran Vía.
Si un dios iracundo y tempestuoso no ha aniquilado todavía esta Babilonia de la meseta, afirma un teólogo cercano a la orden, es porque en ella habitan al menos 40 justos que la divinidad no quiere castigar como pecadores. Desgraciadamente, la cifra se redujo a 39 tras el martirio de Peatonio y ahora parece que por lo menos una santa mujer y un santo varón que figuran en la nómina están en un tris de presentar su dimisión, ella perdidamente enamorada de un ex convicto todavía enganchado con las agujas y al que trató de redimir obteniendo el efecto contrario y él a punto de echar por la borda una larga trayectoria de honradez impecable para participar en una estafa inmobiliaria que se le ha puesto a tiro.
Pero los cazatalentos de la orden no desmayan y de vez en cuando se topan con un candidato reseñable perdido en el marasmo urbano, una criatura tímida y llena de buenas intenciones como ese chaval de BUP al que golpean sistemáticamente a la salida de clase cuatro rapados de su colegio simplemente porque no soportan su franciscano gesto de compartir su bocadillo con los gorriones y las palomas a la hora del recreo. Para incrementar aún más su sufrimiento, ahora los profesores se lo han prohibido terminantemente porque dicen que las palomas son sucias, contaminan, transmiten enfermedades y ponen perdidos los edificios y la chaqueta de lana recién comprada del profesor de Ciencias. Émulas y émulos del santo niño colombófilo sufren en silencio sus pequeñas pero tremendas tragedias cotidianas para mantener el equilibrio de la nómina de los santos ocultos. Si la cifra desciende por debajo de un nivel que nadie conoce exactamente, la divina entropía se tragará la ciudad de un buche.
Los peatonianos optimistas piensan que bastaría con media docena de santos en activo y algunas promesas en firme para evitar la destrucción, pero los ultraortodoxos advierten que el vaso de la paciencia divina está a punto de rebosar. Por eso la actividad de los captadores de la secta se ha intensificado en las últimas semanas y un converso aficionado a la informática está agilizando la búsqueda de información a través de Internet pidiendo a los usuarios que pongan en su conocimiento los detalles de esas vidas ejemplares que pasan a nuestro alrededor sin que nos apercibamos de ellas.
Incluso han publicado un sencillo prontuario de orientación que incita a fijarnos con más atención, por ejemplo, en aquellos de nuestros vecinos que luzcan con cierta asiduidad hematomas y heridas sin que nada haga sospechar que sean alcohólicos o karatekas aficionados, sino más bien que sufren en silencio de malos tratos. En este caso, advierte el folleto, nada de denuncias, más bien unas palabras de consuelo y de ánimo para que sigan dando ejemplo y cargando sobre sus espaldas el peso de los pecados ajenos.
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