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Un paseo con El Trigre

Carlos Arribas

La masa rodeaba el green de prácticas. El Tigre estaba probando su putt. Hasta el tee del uno, cientos de personas habían tomado ya posiciones. Eran todavía las 10 de la mañana. Nadie quería perderse la vuelta de entrenamiento del hombre por el que este año habían hecho el esfuerzo de acercarse a Augusta. De repente, El Tigre se dio media vuelta y cruzó un par de palabras con Olazábal y Ballesteros, que practicaban a su lado. Los tres agarraron unas cuantas bolas y se fueron por la parte de atrás. Habían decidido hacer 18 hoyos juntos, pero lo harían al revés, comenzando por el hoyo 10.

La estampida del público fue tremenda. Una ofensa para el santuario del golf, en el que está prohibido mostrar el más mínimo apresuramiento. El espectáculo tenía una explicación. Todo lo había organizado Ballesteros. El cántabro haría de cicerone del norteamericano Tiger Woods, a quien casi dobla en edad, en la tercera participación de éste en Augusta, la primera como profesional, a cambio de que el profesor del Tigre, Butch Harmond, le examinara el swing.

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Pero Woods no se contentó con el paseo. En cada hoyo les preguntaba a los españoles sus trucos y secretos. A mitad de recorrido les dejó. Tenía otras cosas que hacer. "Menos mal que sólo fueron nueve hoyos los que nos examinó", comenta Olazábal. "Porque a éstos hay que decirles lo justo para quedar bien".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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