Fuera de África
Bravo por el mensaje de la película El paciente inglés, una simbiosis perfecta entre Casablanca y alguna novela de Graham Greene. El corazón está por encima de todas las cosas, maneja el destino de los seres más allá de sus creencias, culturas y razas, y es un "órgano de fuego", un arma capaz de matar con la eficacia de una bomba nuclear; no en vano aquellos que manipulan las teclas de nuestros engendros militares tienen sentimientos y saben apreciar a Bach.Me trae a la mente Memorias de África, otra película también muy oscarizada, con tintes coloniales, donde el padre blanco es siempre muy bueno o muy malo, y la cultura autóctona aparece como telón de fondo para que los enamorados puedan vivir la experiencia mística del amor en un decorado de selvas o dunas que invita a soñar y a cavilar sobre lo arriesgado que resulta vivir una pasión en África, y lo lejos que está de parecerse a las tranquilas y rectas procesiones de penitentes encadenados de nuestra Semana Santa, que en estos tiempos de política de derechas se han tendido a relanzar como muestra de nuestra mejor idiosincrasia.
Ahora, muchos estarán dispuestos a financiar su expedición a África, con el anhelo de vivir aventuras en el desierto, lejos de esta Europa avejentada y aburrida. Lástima que pocos reflexionen sobre el legado del colonialismo: el neocolonialismo en forma de intereses supeditados a la especulación mercantilista, el desorden político que convulsiona una África de fronteras ficticias trazadas arbitrariamente por los occidentales, etcétera. Otras calamidades, como el hambre en la región de los Grandes Lagos o la sed en los países del área sahariana, podrían paliarse con ayudas de una sociedad cada vez más solidaria. ¿Cómo explicar que un continente tan rico en recursos naturales se retuerza de dolor?. Quizás sea la misma clase de fatalidad que lleva a los amantes malditos a enfrentarse con la muerte.
La cultura islámica cree que el destino está escrito; la oriental, que cada uno tiene su sitio inamovible en el mundo; la animista, que los espíritus, más que los hombres, están en el origen de los acontecimientos. Los griegos describieron al Amor como hijo de Poros, el dios de la abundancia, y de Penia, la diosa de la pobreza. De su madre ha heredado el ser pobre, delgado y desvalido, sin hogar y mísero, y de su padre, el ser varón, emperador, fuerte y cazador afortunado en busca de la belleza.
Quizás la sabiduría griega sea la que mejor ha descrito la dualidad del amor, que se parece a la dualidad del mundo de hoy, donde unos pueblos aman la belleza que otros tienen, sin saber que, en el mismo afán por poseerla, acaban destruyéndola.- .
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