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Simplezas

La ultraderecha francesa del, Frente Nacional (FN) está de enhorabuena. Sólidamente asentada en una fuerza electoral en torno, al 15%, ha cosechado considerables triunfos en la lucha política municipal y ya controla algunas ciudades medias francesas. El pasado fin de semana, y bajo la batuta de su líder, Jean-Marie le Pen, más de dos mil delegados del FN celebraron en Estrasburgo estos éxitos, proclamaron a los cuatro vientos su optimismo histórico ante el fin próximo de lo que denostan como el sistema y expusieron, con vistas a las elecciones generales del año próximo, su programa para solucionar todos los problemas de Francia. El programa es un cúmulo de simplezas. Quienes basan su comprensión del mundo actual en cuatro torpes tópicos no tienen soluciones, más sofisticadas. Una cosa es dar cobijo bajo cuatro certezas accesibles a ciudadanos que soportan mal las frustraciones y la confusión de los nuevos tiempos. Y otra muy distinta elaborar medidas viables que puedan tener los efectos deseados. Basta una lectura superficial de los. postulados del FN para convencerse de que son sencillamente inaplicables. Hoy y en un futuro previsible, salvo catástrofe mundial o cósmica. Y no ya, porque lo impidan las leyes, que pueden cambiar con el humor del electorado, los resultados de los comicios y los parlamentos. Porque lo impide. la realidad, mucho más terca ella.

Fórmulas como "200 extranjeros por avión, seis aviones por día y durante, siete años" para acabar con el problema de la inmigración y el desempleo son majaderías que insultan ala inteligencia y sólo sirven para una juerga mitinera. El FN es un peligro para la democracia. Pero porque es la punta del iceberg de una sociedad confundida y con miedo que está tentada a sacrificar principios como el respeto a la dignidad de la persona sobre el altar de- hipotéticas soluciones generales e inmediatas de sus males, sociales e individuales. Sus seguidores tienen la misma añoranza de un mundo sencillo y feliz de los nostálgicos del comunismo en Rusia, los movimientos ultras, de la Norteamérica profunda o cualquier secta redentorista. Y las mismas posibilidades de aplicar con éxito sus grandes planes de salvación. Es decir, ninguna.

Los éxitos de Le Pen causan lógica alarma entre los demócrátas. Pero no pueden caer ni en la trampa de imitarlos adoptando su mensaje, como le sucede con harta frecuencia, a la mayoría gubernamental, francesa, ni en la de despreciar las inquietudes de quienes se ven seducidos por la simplicidad del mensaje lepenista. En este sentido, es inútil y contraproducente de demonizar al FN. como un movimiento, fascista, por muchos, fascistas que se sien tan cómodos hoy día con Le Pen.

El ultraderechismo de Le Pen carece del factor militarista que lo haría realmente fascista y además coherente con sus postulados. Pero, además, la militarización de la sociedad francesa, actual es, imposible. Por eso es el FN un movimiento obsoleto y su programa un sueño tonto de sus partidarios y, una pesadilla, para los demás. Esto no significa que los demócratas puedan estar tranquilos. Porque la tentación totalitaria existe, y sin duda cristalizará en amenazas modernas y peligrosas en el próximo siglo.

Hay cuestiones, que los demócratas no pueden ignorar. Que no pueden predicar cosmopolitismo y multiculturalidad mientras desmantelan las redes sociales y se tercermundizan las ciudades. Que las leyes también las de inmigración, por desgracia necesariamente duras deben aplicarse, que el sentido común debe imponerse a muchos complejos ideológicos y que las minorías también, tienen que respetar a la mayoría en caso de conflicto. Pueden demostrar que la convivencia y la sociedad abierta son posibles. Y que- la auténtica quimera, absurda y obscena, esta en los planes del FN. Los éxitos de Le Pen son preocupantes. Pero los demócratas pueden hacerlos efímeros.

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