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La jornada de huelga en Rusia concluye sin el temido estallido 'a la albanesa'

Rusia celebró el jueves con manifestaciones por todo el país la jornada de protesta por los impagos de salarlos, pensiones y prestaciones sociales convocada por los sindicatos. La asistencia, sin embargo, fue menor de la prevista por los organizadores y no se confirmaron las "aprensiones albanesas" del Kremlin, pues los actos discurrieron sin desórdenes ni violencia.

Según las estimaciones del Ministerio del Interior, 1,2 millones de personas participaron en 984 mítines en un total de 73 de las 89 provincias rusas. Y, aunque a juzgar por los datos de asistencia en diversos puntos, estas estimaciones pueden. estar por debajo de la realidad, los sindicatos, que no habían dado sus cifras de participación a última hora de la tarde, no habían logrado la asistencia prevista de 20 millones de personas.En vísperas de la jornada, el Gobierno puso en práctica un plan, mediante el cual pagó parte de los atrasos acumulados en regiones y empresas cuidadosamente seleccionadas en función de su potencial de conflicto.

En Moscú el principal acto de la jornada fue un mitin previsto para 100.000 personas en las inmediaciones del Kremlin. Según la policía, asistieron entre 80.000 y 83.000 personas. Muchos de los manifestantes, que llenaron la explanada que se extiende junto a la iglesia de San Basilio y el puente sobre el río Moscova, llevaban banderas rojas. Numerosas pancartas iban dirigidas contra el primer vicejefe del Gobierno, Anatoli Chubáis, y también contra el presidente Borís Yeltsin. "Yeltsin, dimite", "El pelirrojo [Chubáis] a las mazmorras, y no en el Gobierno y Borís [Yeltsin] también". "Con Chubáis está el poder y el dinero; con el pueblo, la pobreza y el hambre" y "A Rusia la vendieron, al pueblo le robaron, al Ejército lo destrozaron, y la OTAN está junto a Moscú. Fuera el zar" eran algunos de los lemas enarbolados por los manifestantes.

Los líderes sindicales emplearon, por lo general, un lenguaje moderado, que fue recibido con silbidos por parte del público, de orientación más radical. "¿Cuánto tiempo tendrán que sufrir los trabajadores para complacer al Fondo Monetario Internacional y al capital mafioso?", se preguntó Mijaíl Nogaítsev, un dirigente sindical de Moscú. La multitud reaccionó con fervor cuando se pidió el cese del Gobierno, o cuando el director de la revista Solidarnocs, Andréi Isáiev, dio al Ejecutivo el plazo de un mes y tres días (hasta el 1 de mayo) para afrontar sus compromisos. "Nuestra pobreza no está en nuestros genes, sino en su incapacidad de mando", exclamó Isáiev.

"Esta manifestación va desde VIadivostok [en el océano Pacífico] a Kaliningrado [en el mar Báltico] y nadie puede pararla", afirmó el líder comunista Guennadi Ziugánov, que asistía a la manifestación de Moscú, pero que no intervino como orador. Entre los concentrados junto a los muros del Kremlin también estuvo el general Alexandr Lébed con un grupo de seguidores. Por la mañana, apenas un centenar de personas se concentraron en la manifestación moscovita de "inversores engañados", que en 1994 sufrieron las consecuencias de los derrumbes de las pirámides financieras.

En VIadivostok, a 7.000 kilómetros al este de Moscú, 15.000 personas salieron a la calle. En la zona minera siberiana del Kuzbás, adonde Chubáis acudió la semana pasada con maletas llenas de dinero, los mineros participaron en manifestaciones masivas, pero no hicieron huelga ni defendieron reivindicaciones políticas. En la región natal de Borís Yeltsin, en los Urales, centenares de trabajadores bloquearon la principal ruta hacia Siberia. En San Petersburgo, donde el movimiento obrero tiene una arraigada tradición y cuya industria ha sufrido duramente en los últimos años, unas 60.000 personas se reunieron frente al Palacio de Invierno.

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