Teníamos una plaza
Hace tan sólo ocho años encontré en Madrid un lugar agradable para vivir. Era una plaza recoleta en el centro de la ciudad, poseía, un bien escaso en la urbe, un precioso bosque de acacias, y los pájaros parecían estar felices en ella, con lo que nos alegraban con sus trinos. Era la plaza del Campillo del Mundo Nuevo.A pesar de sufrir las obras de la remodelación del Mercado de la Puerta de Toledo, lo sufrimos con resignación por la mejora que podía aportar a la zona. Pero todo esto fue cambiando en poco tiempo. Los más de cincuenta árboles de la plaza fueron arrancados para construir un aparcamiento subterráneo.
Confiamos en las autoridades, que nos prometieron reemplazarlos. De hecho, después de terminado el aparcamiento, la plaza se vio, otra vez, agradablemente cubierta de unos incipientes proyectos de olmos.
Pero cuál sería nuestra desilusión cuando no se cuidaron, muchos se secaron y no se reemplazaron por otros; de hecho, quedan la mitad o así de los plantados y en un estado sumamente raquítico por la falta de agua. Los arbustos decorativos también se secaron y fueron arrancados, y la plaza se fue cubriendo día a día de suciedad y cagadas de perros.Las dependencias donde los jardineros guardaban sus aperos fueron abandonadas y en ellas se alojaron los mendigos llenándolo todo de basura y desperdicios. Las aceras que rodean la plaza nunca se acabaron de arreglar y los restos de las obras del aparcamiento estuvieron por allí meses y meses.
Para incrementar males a nuestra pequeña y querida plaza se abrió una discoteca en los bajos del Mercado de la Puerta de Toledo, con acceso cerca de la plaza, con lo que a la suciedad ya existente se unió la invasión por las noches de un gentío ruidoso y, maleducado que, además de contaminar con sus voluminosos aparatos de música y vocerío, llenó la plaza de excrementos humanos y restos de bebidas.
Ahora también, y eso es cosa de cierto tiempo a esta parte, y aunque la. plaza nunca había sido un lugar de intercambio o compraventa en los días de Rastro, cada domingo se llena la plaza con personas que intercambian cromos y postales, sin contar con los grupos de mendigos que las mañanas del viernes y el sábado se ponen a guarrear con trapos viejos y desperdicios, además de otras cosas en la plaza, con lo que estropean los árboles y dejan el lugar lleno de restos de papeles, comida, pipas, etcétera, que los servicios de limpieza del Rastro no recogen, porque, según ellos, depende de Parques y Jardines, o sea, que tenemos la plaza hecha una asquerosidad.
Tenemos una bella y valiosa ciudad, debemos conservarla. Ahora que existe un plan de remodelación de las plazas más emblemáticas de Madrid, me gustaría que contaran en sus planes, con la plaza del Campillo del Mundo Nuevo, uno de los núcleos de actividad del siglo pasado de donde surgió el poder comercial y económico de Madrid-
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