Guido Anderloni revisa el mito de la identidad a través de fotos sin foco
Artista plástico exiliado a Madrid "desde la Padania calvinista" hace cinco años, Guido Anderloni (Milán, 1966) expone en la galería Benveniste su obra más reciente. Bajo el título Señas de identidad, aparecen -borrosos e inquietantes- 15 retratos "de gente de todas las nacionalidades" a la que Anderloni ha fotografiado "tomando como ejemplo la fórmula clásica para reconocer a una persona, las fotos para carné, pero cambiando radicalmente la técnica".
El juego consiste en dilatar la exposición dejando el obturador de la cámara abierto durante mucho rato, aunque la obra más importante de la exposición está basada en la técnica contraria, la condensación: es la suma, sobre el mismo trozo de carrete, de 103 retratos diferentes.Anderloni, que declara odiar las fronteras y explica que toda la serie forma parte de una misma línea de trabajo "que intenta desmitificar la identidad", ha titulado ese retrato múltiple 103 africanos. Es su homenaje a los inmigrantes deportados en avión después de ser narcotizados con Haloperidiol -"teníamos un problema... "- el pasado mes de julio. Curiosamente, aunque la mayoría de las personas fotografiadas para la obra eran blancas, la foto deja ver nítidos rasgos africanos -"es ya un amigo más, fusión de otros 103 amigos"-, pero la estética es un factor que preocupa a Anderloni menos que otros: "No quiero hablar en términos de belleza, o de carácter. Lo que me interesa del ser humano es el calor del cuerpo, su presencia, su compañía. No me interesa nada rubricar las individualidades, sino evitar las jerarquías y los hechos diferenciales".
Método discutible
"El hombre deja tras de sí una huella, el signo de su ausencia: no son importantes las palabras que aparecen, sino las que faltan", dice Anderloni, que propone una reflexión sobre el arte como reportaje. Fórmula clásica, y en este caso fracasada, explica: "La fotografía es un método de documentación discutible. En la prensa, por ejemplo, hace devenir familiares rostros de personas de las que en realidad podemos saber muy poco. El intento de desmitificarla ha resultado sorprendente: todo el mundo se reconoce a sí mismo, hasta los que salen más abstractos y desenfocados -ésos son los más nerviosos-, lo cual significa seguramente que no hay forma de borrar la identidad".El trabajo de Anderloni habla del nosotros mucho más que del yo -"trata de recoger la química de los sentimientos, su alquimia, la complejidad de una historia vivida antes que un momento preciso"-, pero no hay intención valorativa.
¿Y cómo han sido las reacciones de la gente retratada? "De todo. A algunos les gusta, a otros les inquieta, y a casi todos les sorprende el que esté ahí la gestualidad, la pose, la forma de hablar, de mirar. Parece que es posible desmitificar a la gente desde el punto de vista social, nacional o cultural, pero no su personalidad. Las señas de identidad son inventos políticos, defensas para protegemos del exterior. Quitando esa barrera, queda la esencia de cada uno, imposible de desmontar".
Guido Anderloni. Hasta el mes de abril en la galería Benveniste (Relatores, 20; metro Tirso de Molina).
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