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Argelia, elecciones entre dos fuegos

La población espera los comicios de junio entre la apatía y el miedo

Juan Carlos Sanz

ENVIADO ESPECIALEl eco de las bombas despertó el lunes día 17 a Argel del sueño de la paz. Mientras 70.000 espectadores asistían al derby entre el MCA, el equipo de la alcazaba, y el USMA, el club del barrio de Bab el Ued, tres explosiones sacudieron en cadena el distrito de Kuba de la capital de Argelia. Cuando todos parecían haber olvidado la pesadilla del pasado Ramadán, que se saldó con unos 400 muertos a comienzos de año, los coches bomba acallaron los cantos de los hinchas. Los argelinos se disponen a elegir el próximo 5 de junio a los 3 80 diputados de la Asamblea Popular Nacional (APN) en medio de la apatía política -tras cinco años sin Parlamento democrático-, el miedo a una escalada del terror antes de los comicios y el duro reajuste económico que golpea a la sociedad. "Menos mal que aún tenemos el fútbol", se consolaba un joven de la capital.

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Mulud Hamruch, primer ministro entre 1989 y 1991, cuando el régimen de partido único surgido de la independencia se abrió a las reformas democráticas, sostiene desde su actual ostracismo político que "cinco años de violencia entre las fuerzas de seguridad y los terroristas han marcado a la población". Para este disidente del Frente de Liberación Nacional (FLN), "en las condiciones actuales no puede haber elecciones libres". Seis meses después de la destitución de Hamruch, el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganaba con el 47,5% de los votos la primera vuelta de las legislativas. No hubo segunda ronda. Los comicios fueron anulados, y los militares tomaron el poder en enero de 1992.

Argelia -con cerca de treinta millones de habitantes en un territorio casi cinco veces más grande que España-, está anclada económicamente a Europa a través del gasoducto de Gibraltar. Sus autoridades, como Mohamed Lamari, alto cargo del Ministerio de Exteriores, insisten en destacar la voluntad del presidente Liamín Zerual de "poner en marcha instituciones democráticas": un Parlamento elegido por los ciudadanos, que antes de que acabe el año deberán votar también a sus representantes en los ayuntamientos y provincias. "En Argelia no se ha producido el temido desbordamiento islamista, y la crisis política va a ser sometida al arbitraje del pueblo", proclama Lamari.

Cooptado entre la Junta Militar que forzó la dimisión de Chadli Benyedid, el general Zerual tuvo que esperar a 1995 para ver refrendada en las urnas su permanencia en la jefatura del Estado tras hacer campaña a favor de la paz. Los argelinos se echaron a las calles para celebrar su victoria. Pero un año después, y en un referéndum constitucional cuestionado por la oposición, Zerual se garantizó el control del juego político. Al contar con la prerrogativa de designar a un tercio de los miembros del Consejo Nacional o Senado, dispondrá de una minoría de bloqueo de las leyes de la APN.

Con estas cortapisas y en un clima marcado por la violencia, los principales partidos de la oposición aún no han confirmado su participación en las elecciones. Se da por hecho, que casi todos, excepto el ilegalizado FIS, estarán presentes.

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Entretanto, el líder de la Agrupación por la Cultura y la Democracia (RCD), Said Sadi, alerta ante el "riesgo de fraude electoral" tras la aparición en la escena política de la Agrupación Nacional Democrática, bautizada como partido del presidente. El dirigente del RCD, con amplia base en la región bereber de la Kabilia, cree que "la descentralización del poder es una urgencia para Argelia, un país excesivamente centralizado". Sadí, que rechaza con vehemencia la etiqueta de "erradicador" o antiintegrista, advierte que el "islamismo ha envenenado la visión de Europa sobre Argelia".

Más tajante parece el rechazo a las elecciones del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), cuyo líder, Ait Ahmed, fue uno de los impulsores del diálogo con los islamistas en los llamados Acuerdos de Roma, en 1994 y 1995. El primer secretario del FFS, Sedik Debaili, reitera que la solución a la crisis exige el diálogo de todos los partidos "sin exclusión".

El dilema de los socialistas estriba en aceptar "un proceso de normalización autoritaria de la sociedad" o correr el riesgo de quedar marginados". "Una elección libre es muy difícil en un clima de violencia y con la población tomada como rehén", reconoce Debaili, al tiempo que lamenta el desdén de Europa hacia la crisis argelina: "Poco después de la mascarada del referéndum constitucional se presentó en Argel con un cheque en ecus el comisario de la UE para asuntos del Mediterráneo, Manuel Marín, para decir que todo iba bien. Nos escandalizó esa actitud".Tras descartar al antiguo partido único, el FLN, como plataforma electoral del poder, el régimen argelino, tutelado por el Ejército desde 1992, apuesta por el tecnócrata Abdelkader Bensalah, actual presidente del Consejo Nacional de Transición, seudoparlamento creado tras el golpe militar.Pero el gran beneficiario del juego político abierto por el régimen argelino parece ser el Movimiento de la Sociedad Islámica Hamás, cuyo líder, Mahfud Nanah, disputó la presidencia a Zerual en 1995. Con implantación en todas las wilayas o provincias del país, este partido islámico moderado aspira, según su vicepresidente, Adbdelhadi Sayah, a ser "el más votado en los próximos comicios".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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