"Añoramos la presencia de obras de arte en las calles"
Descubrieron hace un lustro algo que casi todo el mundo sospecha pero muy pocas personas se atreven a comprobar: que el secreto de la felicidad reside en vivir ajenas a la tiranía del tiempo. Desde entonces, las artesanas madrileñas Patricia Peñuela y Begoña Domínguez se levantan cuando les apetece, trabajan sin horario, cultivan la huerta, pasean y disfrutan de Madrid y de sus amigos como nunca lo habían hecho antes. Fue en 1993 cuando decidieron cerrar definitivamente su tienda-taller, Por Fin, situada en el Madrid de los Austrias y en la que se habían refugiado cuando el entonces concejal de Centro, Ángel Matanzo, las expulsó de la plaza de Santa Ana. Habían encontrado el paraíso en un pueblo de Ávila qué no supera los 300 habitantes y a donde no llega ni el autobús. Ellas enseñaron a sus nuevos vecinos que con el hierro se puede hacer arte y los paisanos les mostraron el milagro de hacer brotar un tomate de la tierra. "Ahora", dicen, "formamos parte del paisaje y gastamos menos dinero que Tarzán".Patricia, de 47 años, se ha dedicado toda su vida al trabajo artesano. Primero a la joyería y al cristal emplomado y desde hace una década, cuando conoció a Begoña, de 40 años e hija de un herrero de Lavapiés, descubrió las posibilidades del hierro. Sus obras, siempre piezas únicas, se han exhibido en 15 exposiciones, la mayoría en Madrid, pero también en Alemania y en Australia. Crean esculturas, mobiliario y todo tipo de objetos prácticos que ellas denominan arte útil. Sus últimas creaciones se exhiben hasta el 20 de abril en la taberna La Concha (Cava Baja, 7). Es una colección de cuadros en los que han combinado el hierro con otros materiales como la pizarra, el cristal y la pintura acrílica.
Pregunta. ¿Su huida de la capital respondió a algún motivo concreto?
Respuesta. A nosotras nos agotó esta ciudad, sobre todo porque es carísima. Los artesanos no recibimos ningún tipo de ayuda y nos gravan con el mismo tipo de impuesto que a El Corte Inglés. También buscábamos la tranquilidad que te da el campo y que es tan necesaria para la creación.
P. Pero echarán de menos el bullicio de la gran ciudad.
R. No porque venimos todas las semanas. Hemos logrado combinar lo mejor del campo y de la ciudad.
P. En estos años ¿Madrid ha mejorado?
R. Todo lo contrario. Hay más miseria y los mendigos están por todas partes. Hay un miedo contagioso en el ambiente. El otro día caminábamos de madrugada por Tirso de Molina, llevábamos unas enormes tijeras especiales para cortar hierro. De repente, apareció un coche de policía y echamos a correr. Era una reacción absurda, pero pensamos que nos podían confundir con atracadoras. Y por otro lado, nos sorprende que la ciudad esté permanentemente levantada por las obras. Añoramos la presencia de obras de arte en las calles y plazas de Madrid. Claro que es lógico, dado el nulo apoyo de este Ayuntamiento a la actividad cultural.
A cuadros, Por Fin, permanecerá hasta el 20 de abril. Taberna La Concha. Cava Baja, 7.
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