La actuación de Trillo
He escuchado en la radio las explicaciones del señor Trillo [sobre la vacunación de sus hijos contra la meningitis]. Soy trabajador del Congreso de los Diputados y le felicito por su decisión de asumir las responsabilidades sobre este asunto que podía dañar a otras personas. Es un gesto por su parte. La ética es asunto delicado, implica reflexión sobre uno mismo, opciones personales de vida, cambios en nuestros valores y preferencias; por todo ello, es difícil imponer por ley o real decreto y, aún más, pretender dar lecciones sobre lo que uno debe o no debe hacer. Comprendo sus explicaciones y sus decisiones acerca de vacunar a sus hijos, y creo que todos y todas deberíamos respetar ese espacio de intimidad.Sin embargo, discrepo, con toda la consideración de que soy capaz, en un punto. Señor Trillo, usted y yo sí somos privilegiados. Ese lunes fue un día malo en las colas de la calle de O'Donnell. Algún lector acaso estuvo allí y sabe de qué hablo. Nuestra posición nos ha evitado el miedo la angustia y el mal rato de esas horas de espera; somos privilegiados porque disponemos de la in- formación y la formación necesaria para entender y procesar todos los datos del problema; somos privilegiados por el trabajo y la remuneración que percibimos; somos privilegiados frente a muchos ciudadanos y ciudadanas que, en escuelas de educación de personas adultas, han compartido sus angustias y su desinformación sobre el problema, mientras que nosotros tenemos el privilegio de hablar por teléfono o en persona con un médico y un ATS dedicado a nosotros.
Somos privilegiados, sí; pero esto no debe paralizarnos o culpabilizarnos, sino que debe movilizarnos para reflexionar sobre cómo estamos siendo solidarios, sobre cómo con nuestras conductas podemos contribuir a hacer esta vida un poco más digna de ser vivid.-