¡A los toros!
El próximo domingo empieza la temporada oficial de toros en la plaza de Las Ventas, y ¡olé!.
¡Olé!, según se mire, pues a los habitantes de la barriada de Las Ventas del Espíritu Santo este anuncio del comienzo de la temporada les pone la carne de gallina.
Para los habitantes de la barriada de Las Ventas la temporada taurina -desde marzo hasta octubre- es un sinvivir; ocho meses en los que cada día festivo la bulliciosa arribada en coches y autocares de los aficionados a los toros les deja constreñidos y secuestrados, sin opción a circular y sin capacidad de maniobra.
Tiempo atrás paraban camionetas en distintos puntos de Madrid, cuyos cobradores voceaban "¡A los toros, a los toros!" para atraer viajeros y, atraídos, los llevaban, al coso, los dejaban allí y se volvían por donde habían venido.
Ahora ya no hay camionetas. Ahora hay unos autocares enormes que llevan japoneses a la plaza y se quedan horas. en la calle esperando a que salgan, lo que hacen normalmente presurosos, crepusculares y traumatizados.
Los autocares ocupan un lado, de la avenida de los Toreros; los coches, otra, y se añaden los que les da la gana de aparcar en doble fila. Cuando se acaba el sitio, otros hollan las calles adyacentes, y esa Roma, esa Londres, con todas las demás, quedan convertidas en un motorizado berenjenal por donde es difícil hasta andar.
Uno observó cierta tarde de corrida (taurina) cómo una señora, con su bebé en un cochecito, no podía salir de su casa en la calle Roma, pues un coche le cegaba la puerta. Con la ayuda de los viandantes, ciertas dotes gimnásticas y asumiendo el riesgo de romperse una pierna, al fin salió. Alguien se hizo cargo del niño, varios extrajeron el cochecito, manos humanitarias auparon a la señora por encima del coche-estorbo, y al terminar la operación apareció un guardia. "Oiga, señor guardia", se adelantó a parlamentar uno en medio del coro de protestas; "¿No ve que este coche impide el paso a esa casa? ¿Hay derecho a eso?". "¿Y qué voy a hacerle yo?", repuso el guardia, cargado de razón.
Los que viven donde hay fútbol y los que viven donde dan toros tienen mal sino. Los de los toros, menos, esa es la verdad. Resulta que los taurinos están en huelga. El toreo no había conocido nada igual en sus más de dos siglos de historia. El acontecimiento es tan imprevisto e insólito, que debe de haber ahí gato encerrado. Algunos se preguntan si estará promovida la huelga por algún taurino influyente que vive en la barriada de Las Ventas.
Tampoco es que vaya demasiada gente a los toros. Ya no es lo que era. Hay días, en que apenas ocupan media Plaza. Lo que pasa es que, los que van, van con mala leche. Y se llevan el coche. Expertos en tauromaquia barruntan que después de la huelga aún irán menos. La huelga la han montado los taurinos por cuestiones relacionadas con el afeitado de los toros -a lo que le tienen ley- y piensa la afición que los toros afeitados, para su padre.
Tiempo atrás el problema no era de toros afeitados, sino de figuras. "Ya no hay figuras", lamentaba la desolada afición y se le quitaban las ganas de ir a los toros, pues Pelé y Melé -vamos al decir-, con su arte exiguo y un valor ajustado a lo mínimo imprescindible, no hacían fiesta, ni daban alegría, ni se dejaban pegar una cornada en la ingle, que es lo propio y lo decente.
Mayores efectos disuasorios tenían los precios. Las épocas aquellas en que los aficionados empeñaban el colchón para ver a Vicente Pastor y El Gallo han pasado. Ahora los toros no suponen el máximo exponente en la vida del español medio y entran dentro de un orden de prioridades en el que las corridas de toros quedan por debajo de otras formas de ocio. Una mañana estábamos en la cola de las taquillas de Las Ventas cuando apareció un sujeto malcarado, las manos en los bolsillos, la colilla churruscándole el belfo; se detuvo ante el cartel del festejo, miró atentamente los precios, dio un respingo y exclamó: "¿No te joe? ¿Mil duros un tendido? Pues no voy. Le digo a mi señora que prepare una tortilla de patatas y nos pasamos la tarde en la cama haciendo curritos".
Qué gran idea para los vecinos de la barriada de Las Ventas. Si una tarde de toros los coches les impiden salir, una tortilla de patatas y una ración de curritos pueden constituir una excelente alternativa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.