¿Sócrates y Platón en el Liceo de Aristóteles?
Ni Sócrates pudo visitar el Liceo de Aristóteles ni Platón, su maestro, hacer referencia alguna en sus diálogos a la célebre escuela de su discípulo, fundada en el sagrado paraje de Apolo Licio en Atenas, en las proximidades de la galería o paseo (Perípatos) del que tomarían el nombre de "peripatéticos" o paseantes los hombres que enseñaron en ella hasta, aproximadamente, el siglo III de nuestra era. La razón es bien sencilla: Sócrates se vio obligado a ingerir la cicuta -mientras departía hasta el fin con sus amigos sobre la inmortalidad del alma- 15 años antes de nacer Aristóteles y 64 antes de que este último fundara el Liceo. Platón, por su parte, compartió 37 años de su vida con la de Aristóteles, pero no llegó a vivir lo suficiente como para, conocer la escuela de su discípulo: murió 12 años antes de que Aristóteles la fundara en el año 335 antes de Cristo a su vuelta de la corte del rey Filipo de Macedonia, donde había estado a cargo de la educación de su hijo Alejandro (el futuro Alejandro Magno), niño entonces de 13 años.Todos estos datos son bien conocidos, figuran en las enciclopedias al uso y en todas las historias de la filosofía. Sin embargo, las tres figuras señeras de la filosofía griega, inspiradoras del pensamiento occidental a lo largo de los siglos, aparecen como rigurosamente coetáneas en claro desafío a las leyes del tiempo en una información sobre el hallazgo de los restos del Liceo de Aristóteles en Atenas, Publicada el 16 de enero de 1997 en El PAÍS. La información, procedente de agencias de prensa internacionales y fechada en Atenas, fue valorada en consonancia con su trascendencia cultural (a cuatro columnas), pero no fue inexplicablemente expurgada de los manifiestos errores que contenía. En un alarde de imaginación, su originario y desconocido redactor no dudó en convertir a Sócrates en asiduo visitante del Liceo y en situar las primeras referencias históricas a la célebre escuela de Aristóteles en los diálogos de su maestro, Platón. Al lado de tales errores, afirmar, como también hace el osado redactor de la noticia, que Aristóteles inició sus enseñanzas hace ahora 2.400 años en vez de 2.331 o 2.332, como sería más exacto, apenas tiene importancia. En todó caso, ninguno de estos errores ha pasado inadvertido a varios lectores, entre los que destacan los alumnos y alumnas de griego y de COU, respectivamente, de los institutos de bachillerato Octavio Paz, de Leganés (Madrid), y Santiago Santana, de Arucas (Las Palmas de Gran Canaria).
Estos jóvenes lectores, que aportan los datos históricos que desconoció el redactor de la información de agencias y que ignoró El PAÍS al no corregirla y darla por buena, manifiestan que "no pretendemos que nadie se sienta ofendido por nuestras aclaraciones; sólo queremos que procuren verificar la información antes de publicarla y así evitar confundir a los lectores". El Defensor del Lector tiene que manifestar a estos estudiantes que nadie en El PAÍS se siente ofendido por su aclaración; todo lo contrario, es de agradecer su iniciativa, lamentando en todo caso que desde estas páginas se les haya podido confundir con una información no contrastada, además de contribuir, aunque, !ea involuntariamente, al proceso de creciente desinterés por los estudios clásicos y las humanidades. Una lectora de Madrid, Mercedes Redondo, también abunda en este aspecto tras constatar que los datos son de tal inexactitud que asombran: "Lo peor de un periodismo tan ligero no es que sea inculto, sino que lo manifieste con tan poco respeto hacia aquellos lectores a los que sí nos importan estos temas". Ángeles García, redactora jefa de Cultura, sección en la que fue publicada la información cuestionada, califica de lamentable lo sucedido: "La información publicada procedía de las agencias internacionales y la dimos por buena sin percatamos de que incurriamos en un error". Un error por el que sólo cabe presentar excusas a los lectores en general y muy particularmente a los alumnos de griego y COU de los institutos de bachillerato Octavio Paz, de Leganés, y Santiago Santana, de Arucas.
Atlético de Madrid y de Gil
Eduardo Mendoza, periodista y seguidor atlético, se queja de que al Atlético de Madrid se le designe como 'Atlético de Gil' en el título de una información publicada en la sección de Madrid. Considera que el título tiene una connotación peyorativa, además de reflejar una actitud discriminatoria por parte de EL PAÍS hacia el club rojiblanco. "No existe el Atlético de Gil, existe el Atlético de Madrid, Sociedad Anónima Deportiva", -dice. Y pide "el mismo trato -no más- que se tiene con el otro gran equipo de esta ciudad" (el Real Madrid).El autor del titular, José Antonio Hernández, alega razones de espacio -una columna para la elección "del nombre del, por, otra parte, propietario hipermayoritario del club, entendiendo, además, que tal título no implicaba una connotación peyorativa ni para el club ni para su presidente".
Respecto a la supuesta discriminación señalada por el lector, Luis Gómez, radactor jefe de Deportes, da la siguiente explicación: "Suelen ser frecuentes las quejas de seguidores del Atlético que sienten que su equipo es a veces discriminado, sobre todo en relación con el Real Madrid. Las quejas subieron de tono tras la irrupción de Jesús Gil, porque muchos entendían que se hablaba más de Gil que del Atlético. Para empezar, habría que matizar que no existe tal discriminación entre Madrid y Atlético. Es cierto que el Madrid suele ocupar mayor espacio informativo que su vecino, lo cual es un hecho en todos los medios de comunicación. No es comparable la audiencia que es capaz de convocar uno con respecto al otro y eso suele molestar a los atléticos, que reclaman el derecho a que los dos equipos sean tratados por igual. De esa diferencia de criterio nacen muchas. quejas rojiblancas. Lo entiendo, pero no lo comparto: lo que sucede en Concha Espina no tiene la misma repercusión que lo que pasa a orillas del Manzanares, a pesar de Jesús Gil".
"Porque la segunda cuestión trata del efecto Gil. El lector se siente molesto porque se habla del 'Atlético de Gil' y no del 'Atlético de Madrid'. Hay un hecho evidente, al que han contribuido los propios atléticos: Gil es el dueño del Atlético. Nadie se queja si se escribe el 'Atlético de Antic' o el Madrid de Capello'. Entiendo que les pueda molestar Gil o algunas de sus apariciones en escena, pero no se puede negar que casi todos sus actos implican al club del que es propietario".
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 33778 36.
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