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Reportaje:

Las vacías arcas del pueblo rico

Pelayos, sorprendido de que con sólo "cuatro talleres" sea elegido municipio opulento

Vicente G. Olaya

La red de saneamiento de Pelayos de la Presa (1.200 habitantes), uno de los 15 pueblos más ricos de España según el Anuario comercial de España (véase EL PAÍS de ayer), está llena de agujeros. La red de abastecimiento, con más de 30 años a sus espaldas, hace aguas. El empedrado de la plaza principal se levanta ante la faIta de dinero para arreglarlo y el ayuntamiento arrastra un endeudamiento de más del 22%. "Tiene gracia", comentaba ayer el alcalde, Carlos Hernández, del PP, que nos califiquen como un pueblo rico. ¡Pero si sólo el paseo marítimo de cualquier pueblo de la costa vale más que todo Pelayos!El informe citado provocaba ayer las sonrisas de los residentes cuando se les preguntaba al respecto. Pelayos es un municipio de casas modestas, y donde las infraestructuras brillan por su ausencia. "Lo que dice el estudio es completamente falso", insiste el aIcalde. "No entiendo cómo pueden afirmar una cosa así. Aquí no hay ni un solo rico y la gente vive sólo del turismo que generan los visitantes del fin de semana. No hay nada más", dice.

Pero el anuario afirma que los pelayeríos nadan en la abundancia: es el único pueblo de Madrid donde existen más teléfonos que vecinos, el número de plazas hoteleras supera la media nacional y la renta por habitante, asciende a 1,6 millones de pesetas (la media española se sitúa en 1,1 millones).

La combinación de los anteriores factores eleva a Pelayos al nivel de los 15 pueblos más ricos de España. Sin embargo, los redactores del anuario reconocen que el elevado número de teléfonos -propiedad buena parte de veraneantes que tienen allí su segunda residencia- ha distorsionado "algo" el resultado final.

De hecho, la realidad es otra: su único cámping está a punto de cerrar por falta de clientes, sólo hay un modesto hostal con seis camas, el municipio carece de polígono industrial y los jóvenes se marchan a Madrid a buscar trabajo. "Sólo tenemos un taller de carpintería que arregla las viviendas del pueblo, dos talleres de mecánica y chapa y otro de moto-náutica. Y nada más", recuerda Carlos Hernández.

"Eso sí, somos un pueblo muy bonito, rodeado de bosques de pino albar. Este año hemos recogido las piñas y hemos sacado 400.000 pesetas. Y nos han venido bien, porque el presupuesto es de 170 millones y tenemos muchas deudas", recalca.

El alcalde sueña con una piscina municipal, una línea de tren, calles asfaltadas, un hotel, un hospital y una autovía que atraviese el término. "Dice la Comunidad que no la va a construir porque en los montes cercanos hay águilas y la autovía las dañaría. ¡Lo que nos faltaba para seguir siendo un pueblo atrasado! Parecemos una reserva de indios a los que les han gastado una broma pesada".

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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