Codificar
He de confesar que a mí me parece de perlas que codifiquen bien codificados todos los partidos de fútbol, pero sin que se libre ni uno. ¡Qué digo codificar! Lo que habría que hacer es cifrarlos con una clave bien fastidiosa, de modo que los teleforofos tuvieran que martirizarse el cerebelo para dar con ella.Tengo para mí (crecí, en el franquismo ahíta de ello) que lo del fútbol hasta en la sopa es una maniobra sibilina para amodorrar y entontecer al pueblo. Como lo del pan y circo de los romanos pero en versión pantorrilla peluda y pelotita. Ahora el Gobierno dice que el fútbol es un elemento de primera necesidad para el ciudadano, y tal afirmación me deja espeluznada. De ahí que servidora sea una encendida partidaria de la codificación, pero a ser posible en plan código de Hammurabi, para que los espectadores tengan que aprender acadio antes de acceder al maldito partido.
Imagínense qué increíble provecho para el bien general se podría deducir de una medida semejante. Dado que ya no se estudia ni latín ni griego ni casi nada, de manera que los niños apenas si ejercitan sus neuronas, este método de cifrar los partidos con diversas claves, a cual más puñetera, podría suponer una culturización general de la ciudadanía, amén de un ejercicio mental muy recomendable. Los encuentros de la Liga, es un poner, se podrían sellar con un jeroglífico del Bajo Nilo. La Copa del Rey quedaría muy bien codificada en arameo, y la de la UEFA, con caracteres rúnicos. Con la ventaja de que, si los hinchas se hartan de tan porfiado estudio, a lo mejor acaban por darle una patada al televisor (que es lo que todos empezamos a desear hacer) y dedican su tiempo libre a otros menesteres: pasear al perro, hablar con los hijos o los cónyuges, ver a los amigos, leer un rato. Y entonces sí que seríamos un país libre.
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