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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Victoria xenófoba

EL FRENTE Nacional (FN) de Jean-Marie Le Pen ha conseguido su cuarta alcaldía en Francia. A Tolón, Marignane y Orange se une Vitrolles, un municipio suburbial de Marsella, donde ha sido inútil la coalición de las fuerzas republicanas, socialistas y comunistas, que contaban con el apoyo de gaullistas y giscardianos, para impedir la victoria de la candidatura xenófoba, que ha obtenido en la segunda vuelta el 52% de los sufragios. En estos resultados hay que leer más cosas que la sola victoria de la extrema derecha, y la mayoría de ellas notablemente ominosas.El hecho de que el FN no pudiera presentar nominalmente a su candidato estrella, el delegado general Bruno Mégret, afectado de inhabilitación por un año para ejercer cargo público por haber sobrepasado el límite de gastos de campaña en 1995, magnifica aún más esta victoria. En su lugar se presentaba su mujer, Catherine, aunque ella era la primera en proclamar que lo suyo era la obra social y quien de verdad iba a regir la alcaldía era el inhabilitado.

Frente al matrimonio Mégret se alzaba la candidatura del socialista y alcalde saliente Jean-Jacques Anglade (segundo en la primera ronda), también acusado de malversación de fondos y, por ello, escasamente presentable para hacer frente, con posibilidades de éxito, al asalto lepenista. Pero lo más grave es que en la victoria del FN ha influido la defección de votos de esa mayoría republicana en la que la derecha aceptó sacrificar a su candidato Roger Guichard (tercero en la primera vuelta), aunque después de retirar su candidatura -"conforme a los deseos del presidente Chirac y del jefe de Gobierno Juppé"- se limitó a pedir a sus electores que "votaran en conciencia", sin urgir el apoyo al candidato socialista. Y peor aún, el ministro de Asuntos Exteriores, Hervé de Charette, había dicho públicamente que sus partidarios -los de un pequeño partido integrado en la UDF giscardiana- se traicionarían a sí mismos si optaban por el candidato social-comunista. El ministro, temeroso de que Francia se vea frente a sólo dos opciones políticas -el FN por una parte y todos los demás por otra- y de que la coalición gubernamental de centroderecha pierda así "su alma", había apelado, en el mejor de los casos, a la abstención. Mejor en la alcaldía un enemigo de los inmigrantes que el enemigo presunto de la Francia conservadora. Y que este punto de vista lo sustente quien desempeña la representación exterior de Francia hace aún más sangrante el problema.

Pese a ello, es la primera vez que la derecha democrática practica el desistimiento en favor de la izquierda para cerrar el paso a los enemigos de la justicia y de la democracia: los enemigos de Europa. Pero las quiebras que ello suscita, cuando la izquierda no parece tan reticente a la hora de actuar de idéntica manera, apuntan a las raíces del éxito del Frente Nacional, que obtuvo el 15% del voto en las presidenciales de hace dos años. Que mire en el interior de sus corazones buena parte de la derecha -y en no pocos casos la izquierda- francesa para descubrir cuánto de xenofobia anida en ellos.

La Europa que va hacia Maastricht tiene peores enemigos que los que sólo son euroescépticos o nacionalistas del terruño: aquellos que creen que los huéspedes de Europa no deben jamás convertirse en europeos y ser siempre ciudadanos de segunda clase.

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