In, pre-in, out
El éxito de la economía anglosajona llegó hace tiempo a nuestro vocabulario cotidiano. Ahora hay que aprender tres nuevas. palabras: países in, pre-in y out. Son los que formarán parte de la primera etapa de la moneda única, los que quedarán fuera en contra de su voluntad y los que no querrán estar dentro. España será in o pre-in. Gobierno y oposición son mayoritariamente partidarios de entrar en la primera fase y van poniendo los medios para que en la primavera de 1998 se cumplan, lo más aproximadamente posible, las condiciones exigidas.Sin duda, hará falta una cierta flexibilidad en la interpretación de esos criterios. Por ahora los mercados parecen creer que España va por buen camino, aunque la semana pasada empezaran a aparecer los primeros nervios, debido a la filtración de un plan del Bundesbank para dejar fuera momentáneamente a Italia. Y si Roma no consigue acceder en la primera etapa, será muy difícil, por razones políticas, que España y Portugal lo logren. Italia y Portugal pusieron inmediatamente el grito en el cielo mientras que el Gobierno español optó por hacerse el loco, como si no fuera con él y su candidatura fuera intocable.
Pero nadie puede asegurar que los datos de nuestra economía serán tan boyantes como para garantizar la entrada automática. Sería lamentable que los ciudadanos, frustrados por quedarse a las puertas pese a todos los esfuerzos, creyeran que están frente a un nuevo desastre del 98. Ser un país pre-in se convertiría así no en el fracaso de este Gobierno -lo que parece lógico dado que fía todo a esa adhesión inmediata- sino en el fracaso de un pueblo que se empeña, de 98 en 98, en rumiar su pretendida inutilidad.
La verdad es que hay incluso países que prefieren ser pre-in. No se trata sólo del Reino Unido o Dinamarca, la mayoría de cuyos habitantes no quiere renunciar a su moneda, sino, por ejemplo, de Suecia, que vive el debate con menos drama y más pragmatismo. El Gobierno sueco encargó a una comisión especial un informe sobre las ventajas de entrar en la primera etapa o de esperar un poco y tener tiempo para realizar reformas que considera previas. A la vista del índice de paro y del todavía necesario gasto público, la comisión afirmó: "Nuestra valoración global, tanto de los factores económicos como políticos, es que los argumentos contra la participación de Suecia en 1999 son más fuertes que los argumentos a favor". La comisión reconocía que se trata de una decisión del Parlamento y señalaba que si, pese a todo, decide ir en el primer paquete, tampoco sería la debacle.
La mayoría de los economistas españoles consideran que España debe estar en la primera etapa, pero admiten que lo importante, si te quedas fuera, será la compañía. Si la lista de pre-in incluye a Reino Unido, Dinamarca, Suecia e Italia, amén de Grecia y Portugal, la situación no sería mala. Las monedas de la mayoría de estos países integrarían el nuevo Sistema Monetario ideado en la cumbre de Dublín para los pre-in, se fijarían en relación con el euro y estarían protegidas, en parte, por el Banco Central Europeo. Si la economía española sigue acercándose a los criterios exigidos, la sacudida de los mercados no tendría por qué implicar importantes subidas de los tipos de interés.
Todo dependería de cómo se presentara el rechazo: no es lo mismo que se crea que te han dado con la puerta en las narices, que una explicación de que estás "prácticamente" dentro, pero que te quedas un rato en el recibidor para tomar aliento antes de pasar al salón.
En cualquier caso, la confianza que muestran los políticos populares en la posibilidad de entrar en la primera etapa no debería dejarles inactivos en una importante discusión que se está planteando ya en toda Europa, y a la que dedican su esfuerzo británicos y suecos e, incluso, discretamente, italianos: la relación entre los países que arranquen con el euro y los que queden fuera por cualquier motivo.
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