Discrepancias en el teatro
Como estudiantes de la Real Escuela Superior de Arte Dramático nos sentimos obligadas a dar, al menos, una respuesta a lo sucedido la noche del 2 de enero en el teatro María Guerrero. Teatro donde está el último montaje de Miguel Narros, El yermo de las almas, de don Ramón María del Valle-Inclán.Lo ocurrido se resume en que el personal de sala, al escuchar algunos de nuestros comentarios en el descanso, nos pusieron vigilancia minutos antes de finalizar el espectáculo, con el fin de cohibirnos para que no pudiésemos expresar públicamente nuestro descontento con la representación.
Inmediatamente después se nos llamó la atención, alegando el poco respeto que habíamos tenido por los actores. Protestamos, pero no tuvimos más remedio que marchamos agradeciendo el explícito gesto del brazo de la jefa de sala.
¿Hasta cuándo hay que seguir callados ante lo que está ocurriendo con el teatro en España? Muchos hablan de crisis, otros callan, parece que no se hubieran dado cuenta.
¿Desde cuándo el público no puede patalear si no está conforme con lo que sucede en escena?, ¿ya ni siquiera eso? Quizá debiera haber sentido indiferencia, pero fue indignación lo que sentí'. Indignación por la superficialidad interpretativa propia de hace más de un siglo. Indignación ante la masacre que, una vez más, han hecho con texto de Valle.
En nuestras manos, y sólo en las nuestras, está el intento de algo mejor. ¿Quién va a salvar al teatro sino nosotros? Nadie. Porque el mal que sufre nuestro teatro somos nosotros mismos. Ya nadie quiere ensuciarse de barro, como decía Lorca que había que hacer. Hasta arriba de barro. Es mejor quejarse de la crisis.-
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