El juez y las dos gotas de agua
El pasado 20 de diciembre, comparecí ante el juez Javier Gómez de Liaño, para declarar sobre la publicación en EL PAÍS de los llamados papeles del Cesid. Ya que no se me entregó una copia de mi declaración, no estoy en condiciones de negar que ésta se desarrollara en los términos recogidos en el auto que se difundió ayer.Sí recuerdo que dije, como señala el juez, que nadie del Ministerio de Defensa me entregó los documentos ni encargó a nadie que me los entregara. También recuerdo haber dicho otra cosa que no se refleja, sin embargo, en el auto: tras preguntar al juez si las diligencias en las que estaba declarando eran secretas y contestarme éste afirmativamente, hice constar mi sorpresa por el hecho de que El Mundo hubiese publicado en su edición de ese mismo día que yo estaba citado a declarar. Obviamente, yo no se lo conté a El Mundo.Al parecer, el juez no me creyó cuando manifesté que el Ministerio de Defensa no me había entregado los documentos, a pesar de que hice constar que era consciente de mi condición de testigo y de mi obligación de decir la verdad, así como de las consecuencias penales de no hacerlo. En cambio, sí creyó a los dos periodistas de El Mundo, quienes le dijeron que ninguna fuente de su juzgado les facilitó los papeles del Cesid Así se deduce del hecho de que el magistrado preguntase a todos los funcionarios a sus órdenes si me conocían a mí y, en cambio, no les preguntase si conocían a los dos periodistas de El Mundo, según relata el auto difundido ayer. La pregunta no era superflua pues ese mismo día, como consta en la parte de mi declaración que el juez no ha recogido en su escrito al Tribunal Supremo, se había producido una filtración a El Mundo de una diligencia secreta que sólo podía proceder de su juzgado.Y es que el juez, como él mismo reconoce, ya tenía el convencimiento de que el Ministerio de Defensa era el culpable del "indebido quebranto del secreto sumarial". Durante mi declaración, y aunque, eso tampoco se refleja en el auto, el magistrado hizo un comentario que me chocó por su tono irónico, en un acto tan cargado de formalidad: "¿Acaso no ha dicho alguien que lo publicado en la prensa y la exposición de este juzgado se parecen como dos gotas de agua?", le dijo al fiscal.
Se refería al ministro Eduardo Serra, a quien precisamente ahora quiere que se interrogue como testigo o, mejor, como imputado.
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