Salinas atribuye la inestabilidad de México a la lucha entre distintos grupos del PRI
, El ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari ha decidido hablar. Dos años después de haber abandonado el cargo y el país, acosado por el estallido de una tardía crisis económica que lo derribó del pedestal de héroe para convertirlo en el peor de los villanos, Salinas da su versión de tantos avatares en una larga entrevista concedida al diario Reforma. Y es contundente: la inestabilidad política que sacude a México desde principios de 1994, su último año de gobierno, tiene sus raíces en la tremenda lucha interna que se da en el oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobierna el país desde 1929.Según el ex presidente, la liberalización económica y el aperturismo político impulsados en su Administración (1988-1994) afectaron los intereses de grupos de poder bien consolidados, que finalmente quisieron "cobrar la factura". Detrás de los trágicos acontecimientos que dieron un vuelco a su mandato en 1994 (el levantamiento de la guerrilla zapatista en Chiapas y los asesinatos de dos de sus colaboradores más cercanos, Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, candidato presidencial y secretario general del PRI, respectivamente) "convergieron intereses para construir una ofensiva contra los cambios en el país". El momento era inmejorable: 1994 era el año de las elecciones generales.
La muerte de Colosio, el 23 de marzo, fue un golpe certero contra el proyecto salinista, que el fallecido candidato se había comprometido a continuar. El todavía oscuro asesinato, recuerda Salinas, desató todo un compló para imponerle un sustituto. El cerebro era otro ex presidente, Luis Echeverría, uno de los más connotados representantes de la vieja guardia priísta.
Fallos no casuales
En el caso de Chiapas, el antiguo mandatario deja entrever que los fallos atroces de los servicios de información (entonces en manos de Fernando Gutiérrez Barrios, otro dinosaurio que durante tres décadas controló todo el aparato de seguridad mexicano y encabezó la guerra "contrainsurgente" en los años setenta) pudieron no ser tan casuales. "Tal vez pudiera pensarse en posibles puntos de coincidencia entre quienes han tenido conocimientos detallados sobre esos movimientos y la aversión a las reformas", apostilla.
Con estos sucesos en perspectiva, Salinas entona un mea culpa, que coincide con la principal crítica a su gestión: haberse centrado sobre todo en la apertura económica dejando en un segundo plano la transición política. Es decir, lo que se ha venido llamando, en comparación con la antigua URSS, la perestroika sin glasnost. La reforma electoral de 1994, que posibilitó las elecciones más limpias de la reciente historia mexicana, llegó tarde, reconoce Salinas. "Si se hubiera adelantado y se hubiera negociado abiertamente con la oposición", tal vez se hubiera frenado a los grupos más retrógrados.
El ex presidente asegura que regresará a México (actualmente vive en Irlanda) y que nunca volverá a la política activa, como dictan las rígidas costumbres mexicanas. Claro que en casa no piensan lo mismo. En pleno año electoral como es éste, la oposición ha puesto el grito en el cielo, y si antes criticaba a Salinas por callarse, ahora lo ataca por hablar. "Prepara su regreso triunfal", acusa el derechista Partido de Acción Nacional. "Todo es un cuento de hadas", contesta el Partido de la Revolución Democrática, de centro izquierda, dirigido por ex priístas y uno de los abanderados del linchamiento del ex presidente.
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