_
_
_
_
Reportaje:PLAZA MENOR - CALLAO

Estuario

Una de las aportaciones más señeras de los asendereados diseñadores de la extinta movida madrileña fue cambiar los iconos tradicionales de la imagen capitalina y elegir como tótem de la ciudad renacida el edificio Capitol de la plaza del Callao. Ni la puerta de Alcalá, privada de horizonte por la ominosa silueta de la Torre de Valencia, ni la Cibeles, ni la plaza Mayor se correspondían con la nueva visión de la ciudad renacida. El singular edificio del cine Capitol, el edificio Carrión, con sus airosas curvas, era el paradigma buscado, el monolito alrededor del cual danzarían las nuevas tribus enamoradas de la moda juvenil. Fue una acertada elección. El edificio, obra de los arquitectos Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced y Eced, erigido en 1931, es un edificio posmoderno malgré luí, una obra ecléctica que, según los expertos, recoge influencias del expresionismo alemán y de los rascacielos neoyorquinos. Para completar su caleidoscópica imagen, los neones publicitarios le dan un definitivo aire londinense a lo Piccadilly Circus.La plaza del Callao posee otros inmuebles notables: el que alberga el cine del mismo nombre, el de la Adriática y el Palacio de la Prensa -obra de 1924 firmada por Pedro Muguruza-, que fue el rascacielos más alto de Madrid hasta que se levantó en sus proximidades la mole de la Telefónica, un edificio peculiar de ladrillo visto, con claras influencias de la escuela de Chicago, según doctas opiniones. Peculiar es también la aplastada torre rectangular que separa las calles del Carmen y Preciados, que hasta hace poco albergara las galerías comerciales de su nombre y ahora es la sede de un híper cultural y audiovisual.

A ras de tierra, la plaza del Callao pasa por ser una de las más populosas y bulliciosas de la ciudad, un puerto donde confluyen y refluyen los visitantes foráneos y los hijos del foro en sus ajetreos cotidianos. Ágora y mentidero amenazados por la desaparición de las terrazas de las cafeterías, y, por supuesto, de las cafeterías mismas. La plaza del Callao es un lugar de paso cuando antes era un remanso, una playa, una isla en la que reponían fuerzas turistas de pies fatigados, compradoras de grandes almacenes sobrecargadas de bolsas, familias numerosas que habían salido de excursión desde el extrarradio y grupos de adolescentes camino de una tarde de cine; alguno siempre con la preocupación a cuestas de que el portero de la sala le pida el carné y luego le expulse a las tinieblas exteriores.

Cerraron el Fuyma y Manila, café y cafetería, respectivamente, instituciones que cohesionaban y remansaban a la multitud itinerante en sus veladores. El Fuyma resistía ofreciendo cocidos y paellas de menú ante la invasión de los bocatas rápidos, las pizzas de serie y los burgers encadenados. El Fuyma fue uno de los locales más chic de las grises noches madrileñas de la posguerra, respetable de día, golfo de noche, estratégicamente situado frente a Pasapoga -"Pasa y paga", rebautizaron los madrileños a este casi cabaré tolerado y tutelado por la rigurosa censura franquista- El historiador Federico Bravo Morata explica la mayor tolerancia de las autoridades de la época, la vista gorda de los policías de la brigada ante las actividades erótico-nocturnas dé la Gran Vía, aduciendo que buena parte de los dueños de los establecimientos a tales menesteres dedicados eran antiguos héroes de guerra, un salvoconducto de primera para acceder tanto a una licencia para abrir un local licencioso como para obtener la concesión de un estratégico puesto callejero para vender pipas y caramelos. Hasta tal punto imperaba la corrupción en aquellos años imperiales que, cuentan las crónicas, muchos "héroes de guerra" se alquilaban como intermediarios ante los organismos correspondientes.

Los salones de Fuyma, siguiendo una pauta mil veces repetida en la historia reciente de la ciudad, han sido tomados por las oficinas de una entidad de crédito. No se sabe aún que será de las instalaciones de la cafetería Manila, observatorio privilegiado en la proa del edificio Capitol, escaparate con vistas a la plaza y al inicio del tramo final de la Gran Vía, la bullidora rambla que desemboca en la plaza de España. La terraza de Manila, en forma de herradura, siguiendo la curva del edificio, era probablemente la mas emblemática y concurrida de la zona. En la acera de enfrente, puestos de castañeras y churrerías bajo la silueta recortada de alguna vedette en cartel en el Xenon, sala de fiestas y discoteca.

A finales de los años sesenta la discoteca JJ, situada en los bajos del Palacio de la Prensa, era el templo del naciente pop español, el primero entre varios locales de la zona que trataban de hacer de Madrid un poco Londres entre las penumbras rotas por luces psicodélicas y animadas por ritmos de importación y modernas melodías locales, frutos generalmente inmaduros de los rockeros autóctonos. Muy cerca, en los sótanos del hotel Rex, el Royal Bus mimetizaba un autobús londinense con término en Carnaby Street, y en la peluquería del mismo edificio se ensayaban cortes beatleanos y de moderna fantasía.

El último director del Fuyma, guardián de la tradición en estos últimos años, mostraba orgulloso un libro de firmas en el que varias generaciones de turistas latinoamericanos, especialmente portorriqueños, habían reflejado sus opiniones sobre la ciudad y sobre el establecimiento. Cabe pensar que esos turistas despistados y fatigados con acento caribéño que hoy deambulan como zombies por Callao son herederos de los firmantes que han perdido el rumbo y buscan un lugar de imposible descanso. El nombre de la plaza es americano, El Callao es el nombre del puerto peruano, testigo de la mayor y más famosa derrota naval de la Armada Española después de aquella de la Invencible. En la batalla de El Callao las fuerzas navales peruano-chilenas destrozaron la escuadra del almirante español Méndez Núñez, al que dieron, eso sí, la oportunidad de acuñar su histórica frase, su heterodoxa ecuación entre los barcos y la honra.

La plaza del Callao ya no es un lugar de reposo, sino de paso, comidas rápidas y sexo rápido en los sex shops, cambio-exchange-wechsel y en los rincones oscuros vagabundos de tez oscura durmiendo acartonados, y sobre improvisados podios, impasibles hombres estatua o gesticulantes mimos de la Corte de los Milagros, acosados periódicamente por el celo de los poli-chinelas municipales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_