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Educación en la violencia y el racismo ¿quién es responsable?

Ya es grave que un catedrático de la Universidad Complutense, cuyos alumnos serán el día de mañana educadores de nuestros hijos, sea racista, misógino e inculto, no loco sino directamente fascista. Pero lo que parece más grave aún es que tales despropósitos los publique la editorial de una orden religiosa dedicada desde siempre a la juventud y que se venda en los claustros de una Universidad pública.Mucho se ha hablado durante estos días del contenido del rimbombante título La psicología de la personalidad y sus trastornos. Incluso el propio Quintana ha podido defenderse alegando, como siempre se hace en estos casos, que sus afirmaciones se habían sacado de contexto y que una cosa era la persona y otra la personalidad. Los alumnos, los que tras tantos años de quejas al rectorado se han atrevido, lo han denunciado. Se ha dicho que se le buscará un sustituto, que dimitirá, que lo echarán. Bien está que así sea.

Sin embargo, poco se ha hablado de los editores de semejante bodrio, la editorial Central Catequística Salesiana, de los salesianos, que se dedican a "educar" a la juventud. Quiere decirse con esto que a la fuerza tendría que saber su director qué es lo que publican, qué se proponen, en, qué valores quieren formar a la juventud, es decir, cuál es su criterio en materia de educación. Alegan ahora tras el escándalo, que no se habían dado cuenta de que el texto que han impreso, encuadernado con su pie editorial y distribuido, era racista, sexista y predicaba la violencia. 0 sea, que no leen los libros que publican. Porque cualquier persona mínimamente leída sabe distinguir un texto racista del que no lo es, sobre todo si se dedica a la educación y cuando de forma tan palmaria se pone de manifiesto página tras página en ejemplos claros y contundentes. En el mejor de los casos todo hace pensar, pues, que, esta editorial está dirigida por irresponsables que no leen los libros que utilizarán como manuales los estudiantes. Así que habrá que revisar la totalidad de su cátalogo no sea que hayan publicado sin enterarse el "Manual de la ablación", "Cómo incendiar un autobús con lo que se tiene a mano", "La tortura, un recurso pacifista" o "Mata que Dios perdona". En el peor, es decir, en el supuesto de que la editorial salesiana disponga de lectores o directores que eligen las publicaciones en consonancia con su ideología y hacen posible que se difunda entre los estudiantes, por mucha libertad de cátedra que aduzcan en su de fensa las autoridades culturales de este Gobierno, deberá admitirse al menos que la editorial salesiana es responsable de un delíto: publicar y difundir ideas en manuales para la docencia que van contra la Constitución española. ¿0 esto no es un delito?

Sí, ya sé que los salesianos han pedido disculpas, es lo que hace siempre la Iglesia cuando se descubre el fraude o el error que ha defendido durante siglos incluso con sangre. Lo mismo ocurrió con Galileo y, Dios mediante, lo mismo ocurrirá con los anticonceptivos, claro que a este paso cuando ya las zonas más, pobres del planeta estén superpobladas de fantasmas hambrientos, seropositivos, desnutridos y marginados.

También, a mi modo de ver, el rector de la Universidad Complutense tiene que velar por que no se pisoteen los principios que promulga la Constitución. Creo que no vale aducir que la Universidad tiene 130.000 estudiantes, ni sirve de mucho que el decanato de la Facultad de Educación diga ahora que desconocía lo ocurrido cuando han sido muchas las- denuncias de los estudiantes que llevan años soportando la imposición autoritaria y brutal de tales doctrinas ' por parte de profesores del Departamento de Teoría e Historia de la Educación o del Departamento de Métodos de Investigación y Diagnóstico entre otros. Ninguno, o muy pocos, de esos docentes, que se sepa, ha levantado su voz airada para protestar contra la difusión de las doctrinas fascistas de su colega, indicando así que el caso de, Quintana bien podría no ser un caso aislado. Hoy se ha conocido una parte del problema gracias a unos alumnos que han tenido el coraje de insistir en la denuncia; aunque es evidente que no es éste el sistema por el que una Universidad deba enterarse de que lo que se enseña en ella va en contra de la Constitución, entre otras cosas porque no puede exigirse a los alumnos que se armen de valor y vayan a denunciar que se los imbuye de doctrinas fascistas y de apoyo a la violencia, exponiéndose a las consecuentes represalias académicas de sus profesores. Es difícil creer que todo esto no se sabía en la Universidad cuando en los círculos académicos, e incluso fuera de ellos, es del dominio público.

No basta, como propone la diputada Rosa Aguilar, con expulsar al catedrático y ponerlo en manos de un psicólogo. El descubrimiento del manual de Quintana pone de manifiesto la urgencia de emprender de una vez la profunda reforma universitaria que no hicieron los socialistas, y que, mucho me temo y por razones obvias, menos aún harán los populares. También en este aspecto la "ruptura" habría llevado a cabo una limpieza democrática a la que ahora apenas se le ven posibilidades.

"Si toleramos el fascismo hoy quizá lo padezcamos mañana" reza un cartel desplegado en la Universidad por estudiantes todavía no contaminados. Y lo mismo podría decirse de la violencia: si enseñamos la violencia hoy tal vez la padezcamos mañana, o mejor aún, los que la enseñaron ayer la sufren hoy. A lo cual el ínclito pensador, Quintana, en un texto dedicado a los jóvenes, contrapone: "El único medio de combatir la violencia es la violencia". Tal vez si conociéramos la educación que recibieron los terroristas de hoy, los libros que utilizaron, las ideas que les impusieron, nos parecería más comprensible su fría y brutal reacción ante las consecuencias de su propia barbarie. La educación en la violencia y el racismo es un monstruo de tal calibre, una pederastia del alma y una indecencia tan perversas e infames que, tal vez para compensar un poco el mundo de desequilibrios morales en el que nos movemos, siempre acaba volviéndose con mayor saña contra los que la impusieron y propulsaron. Ya que no hay castigo para ellos, que así sea para siempre.

Rosa Regás es escritora.

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