Un viaje americano
Una tarta de cerezas, nata y arándanos; la avenida de Pennsylvania, la que une o separa el Capitolio de la Casa Blanca, era ayer una tarta roja, blanca y azul, con las fachadas de sus señoriales edificios y las enguantadas manos de las decenas de miles de personas allí congregadas cubiertas de banderas norteamericanas, tantas como para envolver un puente kilométrico; por ejemplo, el puente hacia el siglo XXI de Bill Clinton.Patriotismo, sentimentalismo, religiosidad, espíritu democrático, excentricidad, mezcla, disparate..., todos los elementos del viaje americano se reunían en la avenida más política de la ciudad más política de EE UU. Era la gran fiesta de Washington, la que una vez cada cuatro años celebra la capital del imperio con motivo de la toma de posesión del presidente y su vicepresidente. Y Clinton, el homenajeado en este último Inauguration Day del siglo, había querido que se desarrollara bajo dos lemas: "un viaje americano una exaltación de la diversidad racial, religiosa y cultural del país, y "un puente hacia el siglo XXI", una definición de los objetivos comunes en el último tramo del segundo milenio.
Entre la jovial muchedumbre agrupada en ambos lados de la avenida de Pennsylvania para seguir la jura del presidente y su posterior traslado desde el Capitolio a la Casa Blanca, en medio de un desfile surrealista, dos notas discordantes extrañaban al extranjero, pero no, al parecer, a los nativos. Una era la presencia de militantes- a favor de la prohibición constitucional del aborto, que exhibían pancartas con espantosas imágenes de fetos descuartizados; la otra, los mendigos que dormían en las aceras, arropados en mantas y al calor de las bocas de salida de la calefacción del metro de Washington.
Culto al individualismo
Los antiabortistas y los mendigos también formaban parte del viaje americano, representaban la libertad de expresión y el culto al individualismo, el que cada cual se las apane como pueda, constitutivos de Estados Unidos, "la más vieja e ininterrumpida democracia republicana del mundo", según recordó el senador John Warner, maestro de ceremonias de la toma de posesión.Todo en la avenida de Pennylvania recordaba que la libertad y Dios, o Dios y la libertad, que aquí tanto monta, monta tanto una cosa como otra, son los dos pilares en los que se asienta "América".
Bajo esa doble protección, zancudos Tío Sam; payasos de ambos sexos; repartidores de ejemplares gratuitos de la Biblia; infatigables grupos musicales de salsa, jazz, polka, rock, country y gospel; vendedores de hamburguesas, perritos calientes y refrescos empalagosos; hombres y mujeres con múltiples uniformes policiales y militares, familias enteras de blancos, negros, asiáticos e hispanos arrastrando racimos de globos, y hasta Irene, el burro mascota del Partido Demócrata, expresaban su orgullo por formar parte de lo que el reverendo Graham calificó desde la tribuna del Capitolio de "esta gran nación".
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