Hebrón y la Luna
Hebrón pasa a quedar bajo dominio palestino: es un paso correcto y necesario, pero no es un momento fácil para el pueblo judío. Si no fuera por el fariseísmo agresivo de algunos de los extremistas judíos de Hebrón, los judíos israelíes más moderados se sentirían probablemente más inclinados a expresar su angustia por salir de Hebrón, que es, después de todo, la capital primitiva del rey David, así como el hogar de una antigua comunidad judía que vivió mansa y apaciblemente durante siglos bajo el dominio musulmán.Esta comunidad fue víctima de una carnicería y eliminada por completo un día de 1929, sin que hubiera la más mínima provocación previa a sus vecinos árabes. Esto ocurrió mucho antes de la creación del Estado de Israel, mucho antes del problema de los refugiados palestinos, mucho antes de la ocupación israelí y de los asentamientos israelíes. La comunidad desarmada judía de Hebrón fue destruida sólo por ser judía.
Unos veinte años después, en 1948, Israel se convirtió en una nación que los árabes intentaron -y no consiguieron- destruir desde sus inicios. En la guerra de 1948 se destruyeron varias poblaciones y aldeas palestinas, aunque sus habitantes no fueron asesinados en su mayoría como la población judía de Hebrón en 1929. Dos décadas más tarde, durante la Guerra de los Seis Días, en 1967, el ejército israelí se apoderó de Hebrón. El Gobierno israelí decidió entonces restablecer el barrio judío de Hebrón, una decisión moralmente dudosa, ya que se basó en la idea de que el pueblo judío tiene derecho a reasentarse en los lugares de los que fue expulsado, mientras que un lugar que hayan perdido los palestinos debe permanecer perdido para siempre.
Los israelíes deberían haber comprendido mucho antes que ambas naciones deben conformarse sólo con una parte de lo que cada una de ellas considera su legado histórico. Tanto israelíes como palestinos deberían renunciar a parte de su sueño de restablecer por completo el pasado de una de las partes significa eliminar completamente el del otro. Y esa eliminación supone una lucha a muerte. Ambas partes estarían mucho mejor si se conformaran con la realización parcial e imperfecta de sus sueños respectivos: es mucho mejor llorar por un sueño no realizado, por un "pasado glorioso" no alcanzado, o incluso por un hogar perdido, que llorar a un número cada vez mayor de muertos. Hebrón, como la Luna, nos resulta muy próximo y visible, pero a pesar de ello no forma parte de nuestro satélite.
En la construcción del Israel moderno ha habido dos impulsos diferentes: el ansia de crear un hogar seguro para los judíos, un Estado libre, y el deseo de reconstruir los "días de antaño". La inminente paz con los árabes exige que los israelíes hagamos una elección clara: ¿un hogar en paz y en libertad, o la reconstrucción de un antiguo templo?, ¿una solución pragmática o un misticismo bíblico?, ¿una batalla por la legitimidad y el reconocimiento o una batalla por los Santos Lugares? La firma del acuerdo de Hebrón por un Gobierno del Likud demuestra la voluntad israelí, al menos hasta cierto punto, de adoptar la postura pragmática y renunciar al ansia "reconstruccionista", sobre todo dado que este acuerdo es ratificado por una mayoría del 75% en el Parlamento israelí, que toda la oposición votará a su favor, así como la mayoría de los diputados de la coalición.
Hebrón es una ciudad herida, llena de desconfianza, odio, temor y deseo de venganza. Algunos de los integristas musulmanes de línea dura residen en esa ciudad a sólo una manzana o dos de los colonos judíos más fanáticos. Las sombras de los judíos asesinados en Hebrón por los árabes en 1929 se confunden con las de los fieles musulmanes asesinados por el doctor Goldstein en 1995. El terrorismo de Yihad y Hamás codeándose con el terrorismo kahanista. En Hebrón hay muchas personas, tanto árabes como judías, que están fascinadas por fantasías de dominación y sumisión nacionalistas, no por ideas de compartir y de coexistencia. El futuro no es muy prometedor, a no ser que haya un esfuerzo coordinado de israelíes y palestinos de fuera de Hebrón para domar el "síndrome de Hebrón", de fanatismo violento, y para extinguir cualquier chispa de violencia antes de que se convierta en llama.
Los colonos judíos han acuñado la frase "renovar la comunidad judía de Hebrón". Puede que haya llegado el momento de que las palomas israelíes acepten esta consigna. Ahora que los palestinos han aceptado, según el acuerdo de Oslo, que haya un sector judío en Hebrón, dejemos que las palomas las renueven. Dejemos que las palomas reemplacen a los discípulos del rabino Kahane y a los seguidores del rabino Lebinger con un tipo diferente de colono judío. Dejemos que los israelíes partidarios de Paz Ahora, los grupos ortodoxos pro paz, el movimiento religioso blando se presenten voluntarios para turnarse en habitar el barrio judío de Hebrón y para dirigir las oraciones de los judíos en la Tumba de los Patriarcas. Dejemos que este nuevo tipo de colonos reemplace a los opresivos ultraextremistas que recorren la ciudad buscando jaleo. Puede que ese experimento sea la verdadera forma de ser pionero, los pioneros de la coexistencia pacífica. Ese experimento puede funcionar siempre y cuando, por supuesto, los palestinos de Hebrón también estén dispuestos a cerrar el Libro de la Muerte y a abrir el Libro de la Vida.
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