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Clamor popular en EE UU contra los diplomáticos que no 'pagan' sus delitos

Los diplomáticos extranjeros en Estados Unidos no son unos piratas con licencia para matar, sino que, al contrario, su respeto de las leyes es superior al del conjunto de los norteamericanos. El Departamento de Estado se ha visto obligado a hacer esta precisión ante la ola de hostigamiento contra el principio de inmunidad diplomática desencadenada tras la muerte de una chica en un accidente de tráfico provocado en Washington por un miembro de la Embajada de Georgia y el enfrentamiento con la policía de Nueva York de un diplomático ruso y otro bielorruso.

Desde el pasado fin de semana, no hay informativo o tertulia de la radio o la televisión que no plantee con escándalo el caso del georgiano Gueorgui Makharadze. "¿Es que ese extranjero va a irse de rositas tras lo que ha hecho?", se pregunta el público con una mezcla de justa indignación con algo de ignorancia y xenofobia. En la noche del viernes al sábado de la pasada semana, Makharadze, que, al parecer, conducía a más de cien por hora por las calles de Washington, empotró su coche contra una fila de vehículos que esperaba ante un stop. Se produjo un choque en cadena y Joviane Waltrich, una chica norteamericana de 16 años, falleció de inmediato.Su condición de diplomático permitió al georgiano, que resultó levemente herido, escapar a la prueba de alcoholismo, aunque varios testigos han contado que apestaba a alcohol. Y, lo que es peor para los padres de Joviane y millones de norteamericanos, puede servirle para no ser juzgado por conducción temeraria con el resultado de muerte. El Departamento de Estado ha informado que solicitará a Georgia el levantamiento de la inmunidad de Makharadze.Menos del 1%

Como la opinión pública no parece aplacada por el recordatorio oficial de que el principio de inmunidad es tan antiguo como la coexistencia civilizada entre diferentes grupos humanos y además tiene carácter de reciprocidad, el Departamento de Estado se ha visto obligado a emplear la estadística. De los 18.500 extranjeros que trabajan en las embajadas ante el Gobierno norteamericano en Washington o en la sede de Naciones Unidas en Nueva York y tienen inmunidad diplomática, menos del 1% se vio implicado en 1995 en hechos delictivos. En la última década, tan sólo dos, el georgiano Makharadze y él belga Rudy van den Borre, que en 198 9 mató, en un arrebato pasional, a dos hombres, han estado vinculados a homicidios.Da igual. El caso Makharadze sirve para que los vecinos y los ayuntamientos de Washington y Nueva York reactiven campanas de denuncia de un hecho menos grave pero más frecuente: el incumplimiento por parte de algunos diplomáticos de las normas municipales, en particular las de aparcamiento. Los vecinos del barrio washingtoniano de Sheridan-Kalorama protestan porque la Embajada de Guinea deja la basura en la calle de cualquier manera.

En Nueva York, dos diplomáticos, uno ruso y otro bielorruso, llegaron a las manos con la policía el 29 de diciembre cuando se encontraron con que su coche había sido multado por aparcar ante una boca de incendios. El ruso y el bielorruso se negaron a pagar y a identificarse, y fueron detenidos. El coche había acumulado más multas en doce meses que días tiene el año. "Esos individuos deberían ser expulsados inmediatamente de nuestro país", ha dicho el duro y eficaz alcalde de Nueva York, Rudolf Giulanni.

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