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El maíz y la paja

Antonio Elorza

"Donde no hay maíz, no hay paja", rezaba en castellano un proverbio vasco recogido por Azkue. Las condiciones en que José María Aznar llegó al Gobierno en la primavera de 1996 hacían realidad esa propuesta. A pesar de la bonanza económica heredada, a favor de la coyuntura internacional y de la eficaz gestión de Solbes, la exigencia de cumplir con Maastricht convertía en dificultosa e innecesariamente impopular la política económica a desarrollar por el nuevo Gobierno. El ambiente político estaba además sumamente enrarecido por, el caso Gal. En fin, el resultado electoral obligaba a acuerdos con los partidos nacionalistas, hasta ayer enemigos de¡ PP. Este partido se enfrentaba, pues, a una maraña de problemas que disipaban de entrada toda esperanza de una gestión, sosegada en la que pudiera ir consolidándose el equipo de gobierno. O el maíz o la paja, o el acierto o el fracaso. Y así ha sido. Con un balance desfavorable, al cerrarse 19961 según reflejan comentarios y sondeos.Curiosamente, los mejores resultados se han registrado en el terreno de las. relaciones con los nacionalistas demócratas de Cataluña y de Euskadi. La confontación abierta entre PP, de un lado, y Ciu y PNV de otro, hacía temer lo peor. No ha sido así. La colaboración de los partidos nacionalistas abre una perspectiva de fortalecimiento del sistema político español, al lograrse la articulación de todas las fuerzas de centro derecha, por encima de las cuestiones nacionales, y re conocerse de hecho la peculiar composición plurinacional del Estado. Otra cosa es que tal alianza haya funcionado siquiera medio bien, más allá de garantizar la supervivencia del Gobierno de Aznar. La persistente tutela ejercida por Pujol, sin asumir las responsabilidades del poder, puede llevar a una grave crisis en cuanto los vientos dejen de soplar de forma favorable. Se generaliza además la impresión de que cada apoyo puntual lleva su precio, tanto en el caso catalán como el vasco, y eso suscita un razonable descontento. Queda en pie, en todo caso, una voluntad permanente de diálogo -con el autoritarismo personal de Aznar como contrapunto-, que el Gobierno ha sabido trasladar a otros campos, como el pacto de pensiones alcanzado con los sindicatos.Pero en términos generales ha prevalecido la conjugación de la filosofía neoliberal del Gobierno con un conservadurismo profundo, medular, del PP en la definición de las actuaciones. Todo ello servido con una inexplicable torpeza en la presentación pública de las sucesivas medidas adoptadas, tanto en política interior (de la economía al GAL) como internacional (tensión con Cuba). Resulta difícil ganarse tan a pulso la necesidad de un relevo como lo ha logrado Miguel Ángel Rodríguez.

El resultado ha sido una soprendente transparencia que deja ver los supuestos de la política de Aznar. En el plano económico, la preferencia por un individualismo posesivo, con la privatización a ultranza, la proliferación de tasas y la reducción al mínimo del servicio público. A Maastricht se va exclusivamente por la congelación de salarios, no mediante un impuesto especial progresivo como en Italia. En el sociopolítico, un saludable distanciamiento real de los posibles orígenes franquistas, pero no de las viejas formas de dominación oligárquica y clientelar, con la tradicional tendencia a transigir con los hábitos de actuación ilegal de las fuerzas del orden y de sus responsables máximos, por muy contrarios que sean al funcionamiento del Estado de derecho (el tratamiento del tema de los "secretos oficiales" encajaría de lleno en este apartado). Política cargada de valores premodernos, hondamente reaccionarios, que aflora una y otra vez, como sucediera con las declaraciones sobre el papel de la mujer de Rodríguez y de Álvarez Cascos.

Por último, en el ámbito internacional, tenemos seguidismo respecto de Estados Unidos y nulo sentido de la medida por parte del presidente, rasgo visible no sólo en el caso de Cuba, sino en el incidente anterior con Prodi. La dimensión progresista de la política exterior, hacia el respeto de los derechos humanos (vulnerados al parecer sólo en Cuba), la solidaridad activa con Palestina frente a la sinrazón permanente de Netanyahu, por no hablar de Timor, es inexistente. ¿Cabía esperar otra cosa?

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