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La melancolía del pretérito

Televisión Española prefiere los rostros del pasado a las innovaciones en 1997

¿Estética o ideología? Ni de la una ni de la otra da pruebas de imaginación ni originalidad el PP. No parece, por tanto, incoherente que cuando la dirección de TVE diseña los nuevos programas para 1997 elija menos las sorpresas que el revival, la preferencia por caras que parecen de ayer antes que por innovaciones que no sabe cómo tratar.A lo largo de este primer trimestre del año vuelven a las pantallas de la televisión estatal Clara Isabel Francia, Nieves Herrero, Fernando Sánchez Dragó y Pedro Ruiz. Tres de ellos tuvieron sus mejores días televisivos en tiempos de la UCD, y Nieves Herrero podría haberlos tenido, sin apenas desentonar, hasta diez años antes. Unos son mejores que otros, unos más pro PP que los demás. El cuarteto, al que deben sumarse la ya establecida Laura Valenzuela y el retornable Manuel Torreiglesias, ofrece la confianza común de que hará de sus apariciones una benévola presentación del presente tal como si virtualmente no hubiera existido la transición.

Cada uno, sin embargo, tiene un papel diferente que cumplir. Si, por ejemplo, Clara Isabel Francia devuelve la imagen digna y dulce de los informativos -ahora en clave de información profesional para jóvenes-, Pedro Ruiz, tras un periplo cómico -en ocasiones acanallado-, se reencarna en el primitivo Pedro Ruiz de los deportivos. Nuevos minutos deportivos de domingo para Ruiz, pero ya no en plan recio, sino en un Domin... gol en el que aparecerán niños afanados -mira por dónde, tratándose de Ruiz- en la defensa del lenguaje limpio.

Pedro Ruiz, que no ha cesado de metamorfosearse en sus oficios, recala en esta especie de no al juego sucio y la violencia oral. Pero no sólo él, entre los que regresan, hay individuos convertidos. Sánchez Dragó, nuevo pilar ideológico del PP, es el ejemplo más ilustre. A buen seguro, su programa de libros Negro sobre blanco será un programa enérgico. La dirección de esa energía, el talante de sus elecciones literarias en libros y personajes, se medirá pronto con su adscripción al pensamiento conservador. En sus anteriores intervenciones culturales, Biblioteca Nacional y Encuentros con las letras, ofreció de casi todo. ¿Es su regreso una manera de afirmar el sentido de su flamante fe?

Seguro que Pedro Schwartz, cuya mejor virtud es no esconder su vicio capitalista, no tardará en impartir clases de economía neoliberal por si todavía no se había enterado el país de que Televisión Española es un púlpito para casi todo. Los responsables podrían haber escogido, para divulgar asuntos de interés económico y financiero, a un profesor, pero se han decantado por un profeso. La misa televisada de hace años puede encontrar fácil reemplazo en esta otra faz de una predicación con dogmas. No en vano el programa se titula La otra cara de la moneda.

El pasado en general regresa, pues, en blanco y en negro, en forma de caras recobradas, en antiguas nieves y herreros, en pedritos populares. Las mismas soñolientas Crónicas de un pueblo que empezó Antonio Mercero a comienzos de los setenta traspasan ahora sus característicos Turnos de oficio y Farmacia de guardia en estado de alerta. Estas crónicas que tanto gustaban a Carrero Blanco para difundir el Fuero de los Españoles vuelven por sus mismos fueros.

La pantalla se reblandece, en apariencia, con la evocación del pretérito. Una oleada de nostalgia regresa como si, no hubiera pasado nada, mientras en el fondo se va soslayando -sin innovaciones ni imaginación- el desafío televisivo para estos tiempos.

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