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Regreso a la Luna

Una pequeña nave espacial confirmará este año los indicios de hielo en el polo sur del satélite

El estudio de la Luna es una asignatura todavía pendiente. Cuando se observó el satélite para preparar la llegada del hombre sólo se abarcó detalladamente el 14% de su territorio, y en la zona ecuatorial. Aunque los vuelos tripulados a la Luna están tan lejos como lo estaban hace 25 años, cuando se abandonaron, no se ha suspendido la exploración científica de nuestro satélite, y hacia allí se dirigirá este año una pequeña nave no tripulada, de Estados Unidos, la Lunar Prospector, que confirmará o no, con sus sensores, los indicios de agua obtenidos a finales del pasado año de los datos enviados en 1994 por la sonda Clementine.

Cuando no es ya un objetivo simbólico, como lo fue la llegada. del hombre en 1969 la vuelta a la Luna no encuentra justificación sin fines concretos, y más ahora, que la rentabilidad de la exploración espacial está muy en entredicho tras quedar patentes las enormes dificultades que presenta.

En la Luna no se ha logrado detectar actividad biológica alguna -es un cuerpo muerto-, pero la posibilidad de que haya agua (hasta ahora, las rocas traídas por los astronautas habían mostrado sequedad total) permite pensar en aire respirable y en energía, ambas cosas básicas para una posible base permanente.

Dos años de análisis de las imágenes de radar enviadas por la nave Clementine -un proyecto militar para probar sensores avanzados, pero también para lograr datos científicos de uso civil- han permitido deducir que puede existir agua en el polo sur de la Luna. Ahora, la Lunar Prospector, que será lanzada en octubre, tiene una misión más definida, ya que deberá confirmar esta hipótesis con sus instrumentos, más avanzados que los de la Clementine y complementarios. "Si hay agua en los polos de la Luna a menos de un metro de la superficie, la encontraremos", ha señalado William Feldman, jefe del equipo que ha diseñado varios de los instrumentos.

El agua, de existir, estaría en forma de cristales de hielo mezclados con polvo en la gran depresión de Aitken, formada por el impacto de un, asteroide hace casi 4.000 millones de años y cuya profundidad supera en algunos lugares la altitud del Everest. A una temperatura de 229 grados bajo cero, el agua procedería del impacto de cometas a lo largo de los siglos y sólo se habría conservado en los lugares donde nunca da el sol. Su aprovechamiento, tanto por el sitio en que está como por su probable mezcla con polvo, parece muy difícil, pero ha dado alas a los que creen que hay que seguir con la exploración lunar.

Como la Clementine, la Lunar Prospector es una nave muy pequeñita, cilíndrica, con una masa de sólo 280 kilogramos incluyendo el combustible y unas dimensiones de 1,4 metros de diámetro por 1,22 metros de altura. Está diseñada para situarse en órbita alrededor de los polos de la Luna a 110 kilómetros de altura y obtener datos sobre la composición de su superficie, los campos magnéticio y gravitatorio y la posible actividad sísmica. Además, permitirá, por fin, tener un mapa físico-químico completo del único satélite terrestre.

La Lunar Prospector será lanzada por un cohete Lockheed y tardará 110 horas, unos cuatro días y medio, en llegar a la órbita del satélite. Llevará abordo dos espectrómetros, un reflectómetro de electrones y un experimento que utilizará el efecto Doppler para obtener datos sobre la órbita de la nave y la gravedad lunar. Esta pequeña nave es la tercera del nuevo programa Discovery (Descubrimiento, en inglés), que la NASA ha dispuesto para realizar misiones pequeñas y baratas, que aprovechan la tecnología de miniaturización. La primera -NEAR- se lanzó en 1996 con destino al asteroide Eros, al que llegará en diciembre de 1998.

La segunda -Mars Pathfinder (El Navegante de Marte)- salió en diciembre pasado con destino a Marte, y la cuarta -Stardust (Polvo de Estrellas), muy ambiciosa- pretende traer de vuelta a la Tierra polvo interestelar y material de un cometa. Habrá que esperar, porque no se lanzará hasta 1999 y no volverá hasta el 2006.

La Luna no es el único cuerpo celeste en el que habría agua, considerada imprescindible para la vida tal como la conocemos. Otros cuerpos que están siendo objeto de interés son la luna Europa, de Júpiter; la luna Titán, de Saturno, y el propio planeta Marte.

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