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El triunfo del fútbol parasitario

Santiago Segurola

Una perversión invade la Liga española. Después de la decena de miles de millones gastados en fichajes, después de la contratación de magos del balón, después de las expectativas fabulosas que nos iba a deparar este campeonato, sucede que el juego es pacato, que las estrellas se ven condenadas a mendigar un poco de protagonismo y que todo se reduce a un tacticismo estragante que no repara en medios para hurtar la diversión.Hay una palabra que no existe en el calcio. Se trata del contragolpe, un concepto que sólo aplican los equipos italianos cuando disputan las competiciones internacionales. En Italia es imposible tirar un contragolpe porque todos los equipos esperan siempre con cinco o seis jugadores en su campo y porque son los campeones de eso que se llama faltas tácticas, un medio muy desagradable de detener al contrario, irritar al espectador y acabar con el juego. Ese fútbol cínico y tacaño ha hecho fortuna en Italia, para desgracia de la mayoría de sus figuras, que comienzan a tomar el camino de la emigración. El asunto es tan grave que La Gazzetta dello Sport ha lanzado tres o cuatro andanadas alertando del peligro de extinción que corren jugadores como Zola, Baggio o Del Piero. "Deféndámoslos", titulaba La Gazzetta al comienzo de la Liga. Se trataba de un grito ecológico en defensa de un tipo de jugador apresado por el terrible aparato táctico de unos entrenadores que pretenden contaminar el fútbol con el virus parasitario.

Nuestra Liga comienza a observar los peligros de esta contaminación. Frente al fútbol italiano, los portavoces del campeonato español -Madrid, Barça y Atlético de Madrid- se han distinguido en los últimos años por su generosidad con el juego y con él público. Una generosidad que tenía un punto de ingenuidad en algunos casos, pero siempre elogiable por el excelente tratamiento que recibían la gente y los buenos jugadores. No es casualidad que durante el último decenio se haya celebrado el talento de la quinta y del inolvidable dream team del Barça. Incluso la propuesta del Atlético de Madrid resultó muy sugestiva la última temporada. Ganó el título un equipo con vocación de ataque, que jugaba mayoritariamente en el campo contrario, que utilizaba exhaustivamente a gente como Kiko, Caminero o Pantic, jugadores creativos, celebrados por el público, que sabe muy bien lo que quiere.

Desafortunadamente estamos en una fase de involución. El Madrid domina la Liga con un estilo que necesita y se aprovecha de la generosidad de sus adversarios, de equipos que deciden jugar al fútbol de igual a igual en lugar de tirar la pelota a la tribuna, de equipos que piensan que todavía vivimos en la era Cruyff. Ese modelo parasitario y ventajista, que abomina del buen fútbol en beneficio del 1-0, comienza a extender su mancha en España. Bajan los promedios de goles, quedan maniatadas las estrellas por el aparato táctico, se dejan a un lado las expectativas del público, cobra protagomismo el miedo y el recelo. Es el triste futuro que nos espera precisamente ahora que soñábamos con los prodigios de los mejores jugadores que jamás ha tenido la Liga española.

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