La suerte del emigrante
Un trabajador vuelve de Holanda a Sevilla para enterrar a su madre y se embolsa de paso 60 millones
Que a uno le toque la loteria nunca es demasiado probable, pero lo de Juan Aguilar machacó ayer todas las leyes del azar y algunas otras del sentido común. El hombre lleva 26 años en Holanda y no había vuelto a Tocina (Sevilla) por Navidad ni una sola vez. Tampoco ahora lo habría hecho de no ser por la proverbial, aunque luctuosa, circunstancia de que se le ha muerto su madre. Aprovechó el entierro para comprar unos décimos en su pueblo para el pasado día 22, le tocaron 15.000 pesetas y las reinvirtió en cinco del 34.355 para El Niño. Resultado: el segundo premio y 60 millones para él y sus dos hermanos.Más tranquilo que un lama, Aguilar celebraba ayer su fortuna tomándose un botellín de cerveza en una de las pocas tabernas abiertas de Tocina, una localidad de unos 9.000 habitantes, la mayoría jornaleros de la naranja y el melocotón. "El día 15 me vuelvo para Holanda", decía; "a ver qué voy a hacer si no. Tengo ya casi 50 años. Cuando me jubile, dentro de siete u ocho, ya volveré".
En Tocina le llaman el de los pájaros porque su familia criaba aves en tiempos. Está casado y tiene dos hijos, estudiantes en Holanda, a los que, por cierto, no había avisado ayer de su fortuna. Su labor allí tiene un escaso encanto: enlata champiñones en una cadena de montaje agropecuaria. A partir del día 15, será posiblemente el único multimillonario que trabaje en algo semejante.
Los naranjales y melocotoneros de Tocina aparecían ayer anegados por el temporal, una pésima noticia. Por lo demás, el pueblo tiene la suerte de cara. Hace dos años, por estas fechas, le cayeron 220 millones. Y ayer, 120 en total.
"Tenemos fortuna porque somos gemelos", comentaba Manuel Castaño, que regenta junto a su idéntico hermano la administración de lotería. Como la mayoría de sus paisanos, Castaño trabajaba en el campo hasta hace diez años, cuando decidió pasarse al negocio del azar con excelentes resultados. "Todos los premiados son gente muy humilde", contaba; "yo no me he quedado ningún décimo por desgracia. Pero les ha tocado a tres jubilados. A mi amigo Miguel Benítez. Y a Joselete, el basurero; el pobre, todo el día barriendo y ahora millonario".
El más contento de todos era José Antonio Aguilar, sobrino del emigrante: "Yo no llevaba nada, pero da igual porque voy a pillar de los tres: de mi madre y de mis dos tíos". Es jornalero y en 1996 no pudo juntar más de 20 peonadas. Ya no le importa.
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