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'Der Spiegel', seña de identidad del periodismo alemán, cumple 50 años

El semanario Der Spiegel, uno de los pilares periodísticos de Alemania, cumple en la primera semana de 1997 medio siglo de existencia con buena salud, gracias a su tirada, por encima del millón de ejemplares cada semana, y su volumen de ingresos, más de 500 millones de marcos, anuales (42.000 millones de pesetas). Sin embargo, su influencia política, la imagen de cañón de asalto de la democracia, se encuentra en tela de juicio: sus zarpazos periodísticos duelen, pero ya no hacen el daño de otros tiempos. Además, Der Spiegel se ve enfrentado estos días a la acusación formulada por el periódico izquierdista de Berlín Die Tageszeitung de haber cobijado a principios de los años cincuenta, tal vez sin saberlo, a antiguos nazis, incluso ex miembros de las SS que llegaron a ocupar puestos de responsabilidad en la redacción.El semanario nació antes que la República, antes incluso que el marco, el mayor factor de integración y de identidad nacional en la RFA. Desde sus albores, Der Spiegel, en español "el espejo", se convirtió en la conciencia de la política alemana. En la sociedad conformista de la Alemania de Adenauer, Der Spiegel ocupó esa parcela de contrapoder que la prensa diaria alemana, conservadora, burocrática y sumisa, jamás ejerció.

Fue Der Spiegel uno de los puntos de apoyo de la política exterior y reformista del Gobierno de coalición entre socialdemócratas y liberales: desde la Ostpolitik a la reforma de la legislación sobre el aborto. Temido por la calidad de sus trabajos de investigación, Der Spiegel se convirtió en el mejor símbolo, de identidad del periodismo alemán.

Hitos históricos en este medio siglo supusieron el llamado caso Spiegel en 1962, cuando el Gobierno de Adenauer les acusó de alta traición, por difundir informaciones sobre unas maniobras de la OTAN. El editor y propietario, Rudolf Augstein, dio con sus huesos en la cárcel. La policía franquista detuvo en Málaga y entregó a Alemania a uno de sus directores, Konrad Ahlers, quien años después llegó a secretario de Estado y portavoz del Gobierno. Al final, Der Spiegel ganó y el ministro de Defensa Franz Josef Strauss pagó con la dimisión y su retirada política de Bonn. En el caso Flick, escándalo de financiación ilegal de los partidos, varios políticos de diversos colores vieron truncadas sus carreras.

El canciller Helmut Kohl, a quien el semanario infravaloró en un principio, no concede entrevistas a Der Spiegel, que replica con la seguridad de quien sabe que los políticos pasan pero el semanario seguirá y cumplirá su funcion en la futura República de Berlín.

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