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IU bajó la ley de Orwell

Antonio Elorza

Al personaje de El proceso de Kafka le sucedió algo parecido: deseaba entrar en la fortaleza, por una puerta que estaba ahí sólo para él, pero el guardián le cerró el paso, obligándole a aguardar hasta la muerte. Claro que en este caso no sería la muerte física, sólo la política. Hubiera bastado que el partido de la Nueva Izquierda coincidiese en su pensamiento con el del PCE, o aceptar como otros su natural liderazgo, para que la inserción de pleno derecho en la coalición Izquierda Unida fuese hoy un hecho. El único obstáculo habría sido, en todo caso, el económico, dada la asimetría favorable al partido dominante en sus relaciones con IU. El PDNI era una boca más, pero obviamente no es éste el eje de la pasada crisis.La cuestión de fondo es que en la Izquierda Unida de Julio Anguita rige plenamente la ley de Orwell, esta vez aplicada a las formaciones que la integran: todos los partidos son iguales, pero hay unos partidos más iguales que otros. Paradójicamente, fue el mismo Anguita quien hace cinco años elevó su voz contra la transformación de IU en una agrupación política unitaria; entonces se trataba de salvar un pluralismo bajo cuya máscara podía ejercer su predominio el PCE. Hoy, la situación es otra. Los renovadores se han ido o quedan en minoría. Ha cobrado forma una estructura de poder dentro de IU que se ajusta estrictamente al molde mediante el cual los partidos comunistas de la Europa del Este ejercían el mando único en el marco de una alianza sólo formal con otros grupos, a ellos subordinados. Eran, en sentido estricto, sus satélites. En este escenario, la entrada en juego como partido del PDNI, con todos sus valores y deficiencias (que no hacen al caso), quebraba la armonía del sistema solar centrado en el PCE. Hasta ahora, el viejo partido-vanguardia podía elaborar política, debatir y lanzar llarnarnientos por su cuenta -ejemplo: la campaña de presión sobre Comisiones-, pero que lo haga otro vulnera el centralismo democrático que de hecho está imponiéndose en la coalición. No importó durante años que estuviera la pequeña Izquierda Republicana, contradiciendo la lealtad de IU a la Constitución, hoy también evaporada; pensar por sí mismo, y hacerlo público -ruedas de prensa, voces, protesta Anguita- es más grave. De ahí el no al PDNI y la perspectiva de la V Asamblea de IU como la de su definitiva bolchevización, de-la voz única en nombre de la "mayoría absoluta" (sic).

Y de Orwell a Brezhnev. Supuesto que es el PCE el que, igual por encima de los iguales, decide la política de IU, toda elaboración no coincidente con ella debe ser desautorizada. La fórmula empleada por Anguita en su propuesta de perdón y admisión a los renovadores -lógicamente rechazada por éstos- resulta enternecedora y es propia de un inquisidor clemente. Habían de retirar lo dicho, confesar su pecado y prometer no cometerlo de nuevo. Él estaría vigilante. En suma, doctrina brezhneviana de la soberanía limitada, aplicada a los partidos de la coalición, con el añadido del castizo sambenito. Nadie mejor que Paco Frutos para diseñar semejante camisa de fuerza frente al pluralismo.

Resulta explicable que el PDNI e Iniciativa per Catalunya hayan optado por aguantar esta tensión hasta el fin, dejando así clara la convergencia de irracionalismos que prevalecen en la actual IU, hasta el punto de destrozar el sentido inicial del proyecto. Además, ante la opinión pública, el que rompe, paga. Pero, al mismo tiempo, tendrán que ir pensando en impulsar algo efectivamente alternativo, en consonancia con lo que hoy representa la política de unidad de acción de CC OO-UGT: IU está por desgracia agotada. Tal vez exista el espacio para una izquierda democrática que, dentro del marco socioeconómico y político actual plantee una alternativa real de gestión al conservadurismo del PP y a la moral de adecuación del PSOE. Una izquierda democrática al estilo de Baroja, sin frailes inquisidores, sin izquierdistas refugiados en la utopía y sin nostálgicos enmascarados de Stalin.

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