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Atraco Perfecto

Por aquello de cultivar de vez en cuando un pleonasmo, conviene recordar que el dinero es una herramienta formidable. Lo compra todo, incluida la esperanza, y hoy en día ya sólo le plantan cara las corrientes marinas y ciertas enfermedades irreversibles. Todo se andará.El dinero es un ser a trozos que vive en las cajas fuertes, aunque también está capacitado para enviar mensajeros a lugares menos oscuros. Uno de ellos es la llamada Bolsa, que ni es bolsa ni nada, sino más bien un cucurucho de papel que se avergüenza de sus viejas patatas fritas. En Madrid, como en casi todas las ciudades importantes, tenemos una, pero yo no puedo acercarme a ella y tampoco averiguar sus señas por orden expresa del pediatra. Claro está que la conozco a través de la televisión y que sus manejos me intrigan sobremanera. Por la pantalla he visto paneles, ordenadores, suspiros, señales luminosas, individuos que se peinan cada cinco minutos y también extraños microorganismos (chips) surcando en silencio el aire.

Dichos detalles, por separado, no parecen relevantes, pero al alimón se vuelven peligrosos; y más cuando se camuflan tras el follaje de una jerga. Yo era uno de ésos, que se sentía intimidado, lo reconozco, pero llegó un día en que no pude soportarlo más y me puse a pegar machetazos con verdadera furia. Y una vez terminado el trabajo, en atención al compañero ciudadano, paso a comunicar los resultados: diré, de entrada, que todo es mucho más sencillo de lo que se supone y que en el fondo no hay tal jerga, sino una labor de despiste impresionante. "El parquet echaba humo", por ejemplo. Se diría, en efecto, que aquí hay gato encerrado; que la frase, en su sencillez, esconde una sutileza inalcanzable para el novato. Y nada más equivocado. En realidad, "el parquet echaba humo" sólo puede significar dos cosas: 1. Que un accionista ha apagado mal el cigarrillo. 2. Sobrecarga en las bombillas del sótano.

Otro caso: "Tócame El Cairo, Perjades", por ejemplo. Bien. Esto lo dice un tipo -dos millones al mes- manejando al tiempo tres teléfonos móviles y dirigiéndose a un sujeto (el amigo Perjades, 750.000) joven y dinámico, con corbata y en mangas de camisa. Digamos, un subalterno. Cualquiera podría pensar que se trata de una proposición sexual en toda regla, descarada por demás, y hasta cierto punto, fuera de lugar. Pues no: un nuevo error, ya que el tipo de los tres teléfonos se está refiriendo a una forma de comunicación diferente: muy sofisticada, vía satélite, hiperdigital, de cuarta generación, con bits especiales y todo eso. De jeque a jeque.

Por otra parte, a menudo se puede oír la palabra "volumen" intercalada entre expresiones y frases técnicas: "Hay volumen", "perdió volumen", "el volumen se mantiene", ¿cómo andamos de volumen?" etcétera. Esto intranquiliza al observador, qué duda cabe, y hasta puede provocar su retirada, pero finalmente resulta que los muy mamones están hablando, sin más, de Florinda Chico; aunque ellos lo dejan caer con misterio para reírse de los pardillos.

Unos gamberretes, me parece a mí, si bien, hay que alabar su extremada sensibilidad. De repente, alguien estornuda en Tokio y el panel luminoso se estremece. Se encienden unas luces rojas. Preocupación. Silencio. Desconcierto entre síndicos. Y luego un suspiro de alivio, general y sostenido, al comprobar que se trata de una falsa alarma: el ministro japonés de finanzas sólo sufre un pequeño catarro que ni siquiera precisa reposo. Un susto, naturalmente, pero superable.

Y si me descuido, casi se me pasa hablar de Wall Street. Sólo un apunte: ojo con esta señorita, porque los rumores la definen como una consumada maestra del sablazo. Además, es guapa, implacable, está muy bien relacionada, y por si esto fuera poco, hay quien afirma que sufre desórdenes psicóticos. Se alegra, por ejemplo, si el paro aumenta en EE UU, ya que este dato significa que la economía no está recalentada, y sépase que a ella no le sienta bien la comida de microondas. Una fiera Mrs. Street. Y muy sabia: cualquier día de estos se levanta activa, se pone en contacto con la sonda espacial Galileo, le pide unos datos y acaba comprando Júpiter a mitad de precio.

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