Suiza es grande
Si hay algo que en estos tiempos puede darle grandeza a un país es la honradez y eficacia de su Administración pública. Acabo de leer una noticia que me resulta conmovedora: el Gobierno suizo está buscando a los beneficiarios españoles, la mayoría gallegos, de un fondo acumulado de 1.600 millones de pesetas que corres ponde a derechos jubilatorios no reclamados. Al parecer, se trata de trabajadores temporeros (en la construcción y en la hostelería) que no llegaron a ser residentes fijos, así como de residentes que lo han sido por poco tiempo. Unos y otros habrán considera do sin duda que sus aportes a la previsión suiza, por lo escasos o discontinuos que, fueron, no les darían derecho a nada. Las cantidades que les correspondan les vendrán, por tanto, como caídas del cielo. Aunque no soy ni de lejos participante de ese ignorado Fondo de pensiones, no puedo menos que expresar mi gratitud al Gobierno suizo, encomiando su honradez. Si la emigración es una desgracia, lo es mucho menos, atenuada en buena parte su penalidad, cuando el país receptor es digno y respetuoso con la mano de obra que acoge. Caso muy distinto es el de la emigración en los años cincuenta a los países americanos. Una diferencia que, en este aspecto de la previsión social, es como el día y la noche. En mi caso concreto, tengo 17 años aportando en Uruguay, que, a la hora de la jubilación, no me valen absolutamente para nada. Los trámites se hacen, los papeles se mandan allá, pero el resultado es nulo. El Gobierno uruguayo, que recibe puntualmente del español las pensiones establecidas por convenio, da en cambio la callada por respuesta ante el reclamo, por vía oficial, de los derechos generados en tantos años de aportaciones rigurosamente obligatorias. Y cuando alguien se presenta en persona a tramitar el asunto en la Caja de Jubilaciones de Montevideo, el resultado es el mismo, aunque en este caso media la disculpa de algún alto funcionario, en plan confidencial, diciendo que, por haberse concedido antaño muchas pensiones injustas, no hay recursos hogaño para las pensiones justas. Exactamente así. Hay sobrados motivos, por tanto, para saludar el buen hacer de ese gran Estado helvético. Y asimismo vaya mi enhorabuena para quienes, habiendo trabajado hace tiempo en Suiza, reciben ahora con todos los merecimientos legales este beneficio. Un beneficio que, aun por poco que pueda ser, significa mucho por ser inesperado y, sobre todo, por el carácter que tiene de reintegro social completamente ajustado a derecho.-
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