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Tribuna
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EL CUADERNO DE ANDAR POR CASA

Jorge Valdano

¿Es la bondad perdedora? Tabarez fue destituido del Milan bajo la dura acusación de ser "demasiado señor". Una sociedad que celebra un cotidiano culto al macho no puede aceptar a un conductor de grupo que mande por persuasión. Gusta la imposición, la orden, el tirarle a los jugadores un reglamento a la cabeza todos los días. Paolo Maldini fue certero en la autocrítica: "La marcha de Tabarez es una derrota para los jugadores porque si un profesional necesita una patada en el culo para ganar, algo no va". Creo que tiene razón dos veces: porque necesitan una patada en el, culo y porque es una vergüenza que la necesiten. Los equipos suelen tender al aburguesamiento, pero considerar el respeto y el afecto como un síntoma de debilidad es un error, porque donde el entrenador se juega la autoridad es en la valentía o la cobardía de sus decisiones. La amabilidad o la grosería es sólo la forma. Seamos- claros: el problema es que se glorifica la competitividad y a Tabarez le tocó perder. Cuando vencía (Peñarol, Boca Junior, Cagliari ... ) decían que su sentido del mando era civilizado y moderno.Se me cayó el ejemplo. Era inevitable utilizar al Milan como modelo de superación. No me imaginaba a Baressi, por ejemplo, diciendo "ya no tengo nada que demostrar". Todos los días demostraban lo que ya habían archidemostrado. Un club organizado y protector que les da mucho y a cambio les pide todo resulta fundamental para sostener el afán competitivo. Sin embargo, Tabarez reconoció que el principal error de su corta y desgraciada experiencia fue el "dar por descontadas ciertas cosas". Se tiende a suponer que a un grupo de campeones no hay que instruirlo en las cosas simples; que pueden saltarse las obviedades. Mal supuesto. Un equipo de grandes jugadores progresa en su funcionamiento por capricho del tiempo, pero un entrenador no debe dejar de estar atento al a, b, c. Cuando la rutina ataca hay que lanzar desafíos de perfección a los jugadores. Hasta ahora, cuando yo necesitaba una prueba no tenía ninguna duda: "Miren al Milan". Pues también se aburrió el Milan. ¿Y ahora qué hago?

Vencer al miedo. Cuando Valderrama jugó en el Valladolid a su manera: tocando cortito mil veces por partido, su propio público lo quería asesinar. Maturana, su entrenador, reunió a la plantilla y le propuso a su compatriota que jugara sólo los partidos de visitante hasta que la situación se normalizara. Valderrama levantó la mano para pedir la palabra y dijo: "Se lo cambio, profesor. Juego los partidos de casa y descanso los de fuera". Esas actitudes que llevan implícita una buena carga de valentía, dignidad y convicción la suelen tener aquellos profesionales orgullosos que nunca te dejan tirado en mitad de una batalla. Con ellos se puede ir a cualquier parte. El Valencia se enfrentó esta semana, a la pasión turca del Besiktas y puedo asegurar que la experiencia pone a prueba el sistema nervioso de los jugadores. En esos casos saber jugar es sólo parte del problema. Anoche, no sé si se enteraron, se enfrentaba el Real Madrid contra el Barcelona. Capello le pidió al madridismo que le metiera el primer gol al Barcelona. El miedo como herramienta. Los hombres de Robson, por su parte, habrán tenido (Benedetti dixit) el miedo como huésped. Ahí empieza el partido.

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