Un modelo de Fuerzas Armadas para el siglo XXI
El actual modelo de Fuerzas Armadas españolas, coloquialmente denominado FAS 2000, continúa desarrollándose al ritmo y en las condiciones establecidas por los Gobiernos socialistas, en base al acuerdo del Congreso de los Diputados de 27 de junio de 1991, aprobado con los votos conjuntos del PSOE y del PP. Así, el proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado para 1997 presentado por el Partido Popular prevé un aumento neto de 3.500 soldados profesionales, los mismos que en anteriores ejercicios, y una extensión de las compensaciones a los soldados y marineros de reemplazo en línea con las previstas por la Administración precedente.En las hemerotecas han quedado, fresca todavía la tinta electoral, las promesas de incrementar el presupuesto de Defensa hasta el 2% del PIB -se ha congelado-, el pago de 30.000 pesetas a cada soldado y marinero de reemplazo, la reducción a la mitad de la estructura y "altos cargos" del ministerio, la mili de seis meses y, sobre todo, la de una inmediata y total profesionalización en el horizonte del año 2000.
La quiebra de la alternativa voluntarista del PP al actual modelo ofrece la posibilidad de recuperar un discurso razonable de desarrollo del sistema de defensa, como se ha hecho en los últimos 20 años, lejos por igual del imposible salto en el vacío y la alternativa inmovilista. Se trata de diseñar con antelación el modelo de Defensa y Fuerzas Armadas para el primer decenio del próximo siglo, partiendo en el caso de estas últimas de los parámetros del modelo FAS 2000 -180.000 efectivos, 55% de profesionales- las necesidades de defensa de España y sus compromisos internacionales, incluyendo el tipo de misiones a desarrollar, un marco demográfico y presupuestario realista y los modelos de defensa y tendencias de los países del entorno, singularmente del área OTAN. Este enfoque del problema sería coherente con el largo periodo de maduración característico de todos los aspectos relacionados con la Defensa, desde los sistemas de armas -piénsese en el Eurocaza, por ejemplo- a los cambios estructurales y administrativos.
Haciendo un ejercicio de prospectiva, que podría o no ser ratificado por los estudios oportunos y sobre todo en la práctica, parece razonable pensar que el nuevo modelo de Fuerzas Armadas, al igual que sucede en los restantes países del área OTAN, debería tener unos efectivos más reducidos que el actual, con un incremento sustancial de la tasa de profesionalización prevista en el modelo FAS 2000. La profesionalización total, una vez establecido el número de efectivos, sólo será posible si se cuenta con suficientes recursos presupuestarios a largo plazo, y se resuelve el problema del tamaño y organización de las reservas.
Este último aspecto tiene una especial relevancia. Los estrategas de salón que han proliferado durante los últimos años ignoran que un ejército profesional, a diferencia de uno de conscripción, no genera reservas, y éstas han de organizarse como un segundo ejército, con el coste adicional correspondiente, al igual que sucede en el Reino Unido con el Ejército Territorial o en Estados Unidos con la Guardia Nacional.
La potencia de los medios tecnológicos modernos, el tipo de operaciones a afrontar -de mantenimiento de la paz, bajo mandato de la ONU u OTAN, por ejemplo- y el carácter previsible de las intervenciones, prácticamente todas conjuntas y / o combinadas, conducen a una organización basada en un menor número de fuerzas permanentes, unidades más pequeñas y flexibles, y a una revisión de la fuerza, el apoyo a la fuerza y su redespliegue; en el caso del Ejército de Tierra, en línea con lo que prevé el Plan Norte.
La actual orgánica del subsistema formado por los cuarteles generales de la Defensa y de los tres Ejércitos deberá ser repensada, y conjuntamente con el Órgano Central de la Defensa, en línea de eliminar duplicidades innecesarias, reducir estructuras y lograr una mejor utilización del capital humano disponible, adaptándose a una realidad que ya no contempla un volumen de 400.000 efectivos sobre las armas, como sucedía entre nosotros no hace tantos años, sino cifras sustancialmente más reducidas, de actuación normalmente conjunta, cuya tendencia previsible a corto y medio plazo es a continuar disminuyendo.
La concesión del mando operativo de las Fuerzas Armadas al jefe del Estado Mayor de la Defensa, mediante real decreto propuesto por el ministro Suárez Pertierra, ha sido un paso positivo en la buena dirección, que habrá de tener continuidad, al igual que la reducción a una sola Secretaría de Estado civil de las dos preexistentes, ya adelantada en su momento por el entonces ministro García Vargas. Otros muchos subsistemas y parámetros del actual modelo habrán de renovarse para hacerlos compatibles con el nuevo enfoque.
Como indispensable contrapartida, hay que prever un mayor esfuerzo presupuestario que, sin mitificar cifra alguna, como sucedió con el 2% del PIB incluido como tendencia en el acuerdo de 1991, provea de los medios económicos necesarios a un sistema garante de la seguridad de todos.
La defensa de un país es tarea colectiva de todos sus habitantes e instituciones, pero en su definición y dotación tienen especial responsabilidad las fuerzas políticas de ámbito nacional, al igual que con los restantes temas de Estado: financiación autonómica, política antiterrorista y exterior, entre otras. Es de desear que estén a la altura de las circunstancias.Profesionalizar totalmente exige recursos presupuestarios a largo plazo
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