La oposición serbia desafía en las calles de Belgrado las amenazas policiales
Más de cincuenta mil personas, estudiantes en su mayoría y encabezados por muchachas repartiendo flores, se echaron ayer bajo la nieve a las calles de Belgrado para pedir de nuevo la dimisión del presidente Slobodan Milosevic y protestar contra el fraude electoral del partido ex comunista en el poder. La manifestación de la capital serbia se produjo a pesar de una advertencia gubernamental de que la policía estaba perdiendo la paciencia tras dos semanas de protestas.
Por vez primera desde que comenzaran las protestas contra la anulación de los comicios municipales del 17 de noviembre, adversos al poder, la policía paramilitar ha detenido desde el domingo a 32 personas "por actos violentos", según un comunicado del Ministerio del Interior. Dos blindados ligeros de la policía, el cuerpo leal a Milosevic por excelencia, vigilaron ayer el desarrollo de la marcha opositora por el centro de la capital.Estados Unidos, Francia y el Reino Unido han advertido a Belgrado que se abstenga de usar la fuerza contra los manifestantes. París y Londres declaran su preocupación por el silencio total que los medios informativos controlados por el Gobierno serbio -virtualmente todos los electrónicos- mantienen sobre las marchas pacíficas que se suceden desde noviembre y constituyen el rechazo articulado contra Milosevic más serio en cinco años. Con expreso apoyo estadounidense, el coordinador internacional para Bosnia, Carl Bildt, declaró ayer en Lisboa, en el foro de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), que Serbia debe adoptar reformas democráticas radicales.
Hasta que el mes pasado Milosevic cometiera el que puede ser el más grueso error de cálculo de su carrera, considerarse electoralmente invulnerable, la oposición política serbia era una alianza de circunstancias, con muchas más diferencias que afinidades y poco valorada por los ciudadanos. Desde hace 15 días, y tras haberle sido crudamente birlada la victoria en las municipales, este dispar conglomerado de partidos ha crecido en estatura lo suficiente como para amenazar frontalmente el futuro del más inescrupuloso de los jefes balcánicos.
Unidos, nombre de la coalición que ocupa cada día las calles de Belgrado, enlaza al Movimiento Serbio de Renovación de Vuk Draskovic, al Partido Democrático de Zoran Djindjic, al Partido Democrático de Serbia de Vojislav Kostunica y a la Alianza de los Ciudadanos de Serbia, de Vesna Pesic.
Traducido, se trata de un agrupamiento de nacionalistas -duros unos, como Kostunica, moderados otros, como Djindjic-, un embrión liberal y el grupo antibelicista de Draskovic, especie éste de profeta menor convertido a la ética pacifista desde posiciones extraordinariamente agresivas. Su unión ha sido un proceso penoso y a veces tragicómico, sembrado de desconfianza, conjuras y acusaciones mutuas. Todavía en 1995, Djindjic declaraba a este periódico que "Radovan Karadzic no es un radical" y consideraba el régimen de Pale como "una democracia militar".
El primer momento de gloria de la alianza, fugaz, se produjo en octubre, cuando el ex gobernador del Banco emisor serbio, un anciano respetado de nombre Dragoslav Avramovic, decidió durante una semana abanderar Unidos en la batalla electoral. Avramovic se retiró súbitamente, presionado o por su salud delicada, y la coalición perdió los comicios legislativos frente a los ex comunistas de Milosevic. Cuando el pasado día 17, contra todo pronóstico, los adversarios del presidente serbio conquistaron las principales ciudades, éste, perplejo, anuló la votación. Ese ha sido el auténtico banderazo de salida para Unidos.
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