Los caudales de agua disponibles en España disminuyen un 0,37% al año desde 1921
España pierde agua. Desde las primeras décadas del siglo hasta ahora, la merma de recursos hídricos ha sido constante, a razón de un 0,37% al año. Esta caída de las disponibilidades de un recurso tan básico no se debe sólo a que el consumo de todo tipo (riegos o abastecimientos) haya aumentado considerablemente. Expertos en hidrología y meteorología coinciden en que el descenso responde, también, a causas naturales. Los ríos llevan menos caudal porque llueve menos. Un río imaginario, que representara al conjunto de los que surcan la Península ofrecería una tendencia claramente a la baja.
La disminución de caudal es del 0,37% anual en los últimos 75 años. El dato se ha puesto de relieve en el 11 Seminario de Ciencia y Tecnología del Agua, celebrado en Valencia esta semana.Ya no cabe trazar una línea divisoria sobre la mitad de la Península y decir que por encima está la España húmeda, mientras la seca se corresponde con el territorio meridional. Esa línea es cada día más difusa o, en todo caso, avanza hacia el norte paso a paso, año a año.
Sin que se hayan puesto de acuerdo previamente, hidrólogos y meteorólogos han coincidido en sus ponencias durante la celebración la pasada semana de la Conferencia Internacional sobre Hidrología Mediterránea, patrocinada por Iberdrola en Valencia. La conclusión general es que los caudales de los ríos españoles descienden. Un 95% de ese declive se atribuye al incremento de las detracciones de recursos hídricos para usos agrícolas y el consumo urbano. Pero el otro 5% se debe a causas naturales, a que cada vez llueve menos.
A estas conclusiones han llegado por separado dos ponentes le procedencia y formación diferente. Clemente Prieto, jefe de la Unidad de Servicios Hidrológicos de Iberdrola, y Antonio Mestre, del Instituto Nacional de Meteorología.
El primero ha analizado los caudales de dos ríos bien diferenes, el Duero, atlántico, y el Ebro, mediterráneo, en dos puntos donde menor es la incidencia e los embalses: Carrascal (Zamora) y Palazuelos (Burgos). En el caso del Duero, el registro de a caudal acusa un descenso anual del 0,538% durante el periodo comprendido entre los años 1921 y 1995.
Conclusiones coincidentes
Prieto advierte que esta tendencia debe ser matizada en la medida en que los consumos de agua en riegos y abastecimientos han crecido. Pero ha descontado este factor y ha cruzado los datos resultantes con las precipitaciones tomadas en las nueve capitales de la cuenca -que coinciden ser todas las de la comunidad autónoma de Castilla y León-, desde 1862 (en el caso más remoto, el de Burgos) hasta 1995. En el conjunto han disminuido un 0,103% de media anual.Prieto ha descubierto otro dato relevante. El periodo de lluvias tiende a desplazarse al verano y el otoño, mientras han disminuido las precipitaciones durante el invierno y la primavera, en contra de lo que resultaba habitual.
El seguimiento del río Ebro ofrece resultados similares. Aquí, el punto de medida de caudales lo ha situado Prieto en la localidad burgalesa, de Palazuelos, casi en su cabecera, donde sólo tiene incidencia el embalse de Reinosa. Por supuesto, también ha descontado su consumo a la hora de medir las aportaciones de agua.
Desde 1915 a 1995 el caudal del río ha disminuido una media anual del 0,463%. Y aquí no hay ni riegos ni incrementos sobresalientes del consumo, dado que es un territorio con tendencia a la despoblación. El descenso del caudal circulante, concluye Prieto, no se puede atribuir a otras causas que no sean las naturales.
Pero, al contrario de lo que ocurre en el Duero, la estacionalidad de las lluvias tiende a deplazarse en mayor cuantía a la primavera, con una tendencia acusada de disminución en verano y, en menor medida, en el otoño e invierno.
Desde una visión estrictamente meteorológica, Antonio Mestre completa esta panorámica con la estimación de las precipitaciones sobre el conjunto de ambas cuencas hidrográficas a partir de su observación a lo largo de los últimos 50 años. Los resultados van en idéntica dirección.
En la cuenca del Duero las lluvias han descendido un 0,215% de media con ciertas oscilaciones destacables. Mientras desde 1947 hasta 1960 la tendencia fue positiva, a partir de los años sesenta el registro se invierte con "un aumento de la persistencia de varios años consecutivos secos".
Cambio de estación
Mestre coincide con Prieto en resaltar la querencia de las lluvias a concentrarse en el otoño en detrimento de la primavera, de Todo que agrava los efectos de la sequía meteorológica sobre los cultivos, justo en la época en que son más exigentes de agua, cuando más la necesitan para su desarrollo.Su rastreo meteorológico sobre la cuenca del Ebro arroja conclusiones menos dramáticas, pero no menos coincidentes con esa tendencia descendiente de los recursos hídricos peninsulares, a pesar de existir pocas coincidencias geográficas y climáticas con la cuenca del Duero. El descenso de las precipitaciones medidas por el Instituto Nacional Meteorológico es aquí pequeño, un 0,16% anual, el menor de todas as cuencas a excepción de la del Norte.
Hasta el año 1960 se produjo in ligero incremento, pero a parir de ese año disminuye progresivamente, aunque la tendencia ea menos marcada que la de la cuenca atlántica. Ahora bien, Mestre destaca que el periodo invernal de los últimos cuatro años en el Ebro ha sido el más seco de la historia y, en concreto, durante el invierno de 1992 llovió sólo a mitad de la media de todo el periodo estudiado (1947-1995).
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